El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver
Fecha: 11/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos
... silencio fue absoluto.
—Él no promete poder —continuó ella, con una convicción tan íntima que algunos se enderezaron en sus sillas, incómodos ante la certeza que brotaba de su garganta—. No viene a darnos consuelo ni complacencia. Él no es el heredero de Lorenzo. Él es la ruptura. La grieta por donde el agua entra. La fuerza de lo inevitable.
Un murmullo cruzó la sala como una ráfaga. Damián no habló. Solo los miró. Sus ojos se posaron en Altamirano. Y luego en el rector. Luego en el director delSol de Puebla, que bajó la vista de inmediato.
Y entonces, Damián alzó la mano y la puso sobre la cintura de Helena. Públicamente. Sin miedo. Como quien marca y respeta al mismo tiempo.
Le acarició la cadera. La curva de su trasero. No con vulgaridad, sino con devoción. Con una ternura tan segura que heló a más de uno en la sala.
Y Helena… se sonrió. Por primera vez en años, sonrió sin pedir permiso. Con el rostro relajado. Con los ojos brillando. Sonrió porque no era una pieza en el tablero. Era la mano que sostenía las cartas.
Se apoyó apenas en él. Sintió su calor. Y habló por última vez:
—Acepten el cambio. O sean arrasados por él.
Y entonces Altamirano se inclinó levemente. Apenas un gesto. Pero suficiente. Los demás entendieron. El círculo aceptaba a Damián. No por linaje. No por imposición. Sino por lo que él representaba. La renovación.
En ese momento, las velas pareció que se elevaron un poco más. O fue el efecto de la tensión que se ...
... rompía. Pero algo en el aire cambió.
La ceremonia continuó con cánticos suaves, letanías antiguas. Se bebió vino mezclado con sangre animal. Se hicieron juramentos velados.
Pero Helena ya no era la misma.
Se movía entre los invitados como un felino en su territorio. No evitaba las miradas. No se encogía ante los comentarios. Ahora su sensualidad no era una armadura, era una extensión de su alma. Caminaba como quien sabe que tiene un reino.
Damián la observaba a veces con esa intensidad suya, entre fuego y juicio. Ella lo sentía. Se estremecía, pero no por miedo. Por hambre. Porque lo deseaba. Porque lo admiraba. Porque en él, por primera vez, veía a alguien que no quería usarla.
Sino caminar con ella.
Y esa noche, entre símbolos antiguos, pactos de silencio y hombres que fingían tener el control, Helena sonrió como quien ha roto su propia maldición.
Y se permitió ser, por fin, la mujer que el Círculo jamás pensó que llegaría.
__
El mar golpeaba la costa con la calma violenta de la resignación. Las olas eran largas, espaciadas, como suspiros que no encuentran consuelo. El sol ya se había hundido detrás del horizonte y quedaban las brasas tibias del crepúsculo sobre el cielo, teñidas de naranja, púrpura y gris.
La casa era sencilla pero elegante, blanca, de muros gruesos y madera antigua. Tenía ventanales amplios y cortinas ligeras que bailaban con la brisa salada. Frente al ventanal principal, una silla de mimbre crujía bajo el peso de un ...