1. El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver


    Fecha: 11/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos

    ... hombre.
    
    Serrano.
    
    Llevaba puesta solo una camisa blanca abierta y una bermuda de lino, descalzo, con la mirada perdida en el horizonte. Los ojos hinchados, los pómulos hundidos. En sus manos, un cigarro a medio consumir que se apagaba solo.
    
    Lloraba en silencio. No con estruendo, no con desesperación. Con la dignidad opaca del que ha perdido más de lo que puede decir en voz alta.
    
    —¿Otra? —preguntó Valeria desde la cocina, su voz clara, envolvente, precisa.
    
    Él asintió sin mirar.
    
    Ella volvió con dos vasos. Whisky en las rocas. Nada más. Se lo puso en la mano y se sentó en el suelo, a su lado, con una rodilla recogida y la espalda recta como una bailarina clásica. Llevaba un vestido ligero de manta, sin brassier, que se adhería a su cuerpo como si hubiera nacido con él. Su figura era la de una escultura antigua: firme, femenina, marcada por el ejercicio, el autocuidado, la disciplina. El tipo de cuerpo que se logra tiempo de esfuerzo y una voluntad de acero. Pero sus ojos... sus ojos eran otra cosa. Afilados, oscuros, casi peligrosos.
    
    —A veces —dijo Serrano, bebiendo sin agradecer— creo que nacimos para perder. Que el Círculo es un animal que siempre acaba devorándose.
    
    —Tal vez sí —dijo Valeria, sin suavizarlo.
    
    El silencio volvió. Solo el romper de las olas llenaba el espacio entre ellos.
    
    —¿Te arrepientes de haber estado conmigo en esto? —preguntó él.
    
    Ella lo miró un segundo. Luego desvió la mirada.
    
    —No. Me arrepiento de muchas cosas. Pero no ...
    ... de quedarme contigo.
    
    Él bajó la cabeza. Bebió otra vez. Le costaba mirarla. Valeria era demasiado real. Demasiado presente.
    
    —Yo... no tengo a nadie más. Ni siquiera a mí. Pero tú estás aquí. Hasta en los peores días. Aunque yo soy cabrón. Un cobarde.
    
    Valeria no contestó. Le puso una mano en la pierna. Lo tocó con firmeza. Luego se puso de pie. Se quitó el vestido con calma. No dijo nada.
    
    Cuando se dio la vuelta y caminó hacia la habitación, sintió el peso de todas las miradas invisibles. De Lorenzo, de los hombres que la habían deseado antes, de las mujeres que la juzgaron. Pero esta vez no caminaba hacia la derrota. Caminaba hacia una forma brutal de redención. Era su altar, aunque doliera.
    
    Serrano la siguió.
    
    __
    
    La habitación olía a madera, a brisa salada y a sudor seco. Las sábanas estaban frías. Las luces apagadas. Solo entraba la luz blanca de la luna por una rendija.
    
    Valeria se recostó boca arriba, desnuda. Sus pezones duros, su vientre plano, sus muslos fuertes y suaves. El vello púbico depilado con una línea sobre el pubis, la respiración pareja. Lo esperaba como se espera a un deber. Pero con deseo también. Un deseo resignado, sabio. El de una mujer que entiende que a veces el cuerpo es la única forma de consuelo real.
    
    Serrano se desnudó en silencio. Su cuerpo era áspero, marcado por años de batallas políticas y madrugadas sin sueño. Pero cuando se acercó, Valeria bajó la mirada, casi sin poder evitarlo. Lo había olvidado. El tamaño viril de ...
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