1. La mujer de mi hijo (4)


    Fecha: 15/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... ella.
    
    Esa frase me descontroló. Le clavé bien la pija, todo lo profundo que podía. La llené una y otra vez, con más fuerza, con más hambre. Sentía cómo su cuerpito se estremecía debajo del mío. Tan chiquita, tan suave, y yo ahí, encima, dándole sin piedad.
    
    Y, hablando de piedad. Ninguno tuvo piedad de Tobi, en ningún momento. Solo existía nuestro placer prohibido. Ella no lo iba a admitir, pero estaba seguro de que el hecho de que fuera su suegro la calentaba mucho. Otra anécdota para contarle a sus nietos, pensé.
    
    Le acariciaba la espalda, el cuello, le decía al oído todo lo que le iba a hacer, y ella solo gemía y me decía:
    
    —Dale, seguí, no pares, cogeme toda...
    
    Después de un rato así, bajé el ritmo. No quería acabar todavía. Salí de adentro suyo, le di un beso en el culo, y la dejé recostarse boca arriba otra vez.
    
    Quedamos los dos tirados en la cama, respirando como si hubiéramos corrido una maratón. Yo con el pecho inflado, todavía con la verga parada, ella con las piernas abiertas, todo el cuerpo húmedo, los pelos revueltos y las mejillas encendidas. Nos miramos sin decir nada. Por un segundo, me dieron ganas de besarla despacito, de acariciarle la cara, pero ella me cortó el momento. Se levantó, se acomodó el pelo con las manos y se arrodilló entre mis piernas.
    
    —¿Qué hacés? —le dije, sabiendo perfectamente lo que iba a hacer, pero igual se lo pregunté, como un boludo.
    
    —¿Querés que te lo diga o que te lo muestre? —me dijo con una sonrisa de ...
    ... demonio, y sin esperar respuesta, me agarró la verga con una mano y se la llevó a la boca.
    
    Me la empezó a chupar despacio, primero solo la puntita, después un poco más, con esa boquita rosada que parecía hecha para eso. La lengua me la recorría entera, me la acariciaba, me la mimaba. La miraba desde abajo, con esos ojitos traviesos, como si supiera que estaba haciendo algo prohibido y se relamiera con eso.
    
    —Sos una guacha —le dije—. ¿Te gusta sentir tus propios flujos en mi pija?
    
    Ella no respondió, tenía la boca llena.
    
    Me chupaba con ritmo, me la escupía, la volvía a meter. Jugaba con mi pija como si fuera un caramelo. Me la sacaba un segundo para pasarle la lengua desde la base hasta la punta, y después volvía a tragársela, cada vez más profunda. Sentía cómo entraba entera, cómo me apretaba la boca, cómo me rozaba los dientes apenas. Se la sacó un instante, la dejó brillosa de saliva, y me la acarició con ambas manos.
    
    —Tenés una pija hermosa —me dijo, y volvió a tragársela.
    
    No podía creer lo puta que estaba esa mina. Tan chiquita, tan frágil en apariencia, y ahí estaba, dominando por completo a un hombre que podría ser su padre.
    
    Me tomó los huevos con una mano, me los masajeó despacito mientras me la seguía chupando, y ahí me empezó a temblar todo el cuerpo.
    
    —Que pendejita hermosa. Que bien que la chupás —murmuré, sintiendo el orgasmo a la vuelta de la esquina.
    
    Le acaricié la cabellera rubia con una ternura que contrastaba con mis palabras y con lo que ...
«12...678...»