La mujer de mi hijo (4)
Fecha: 15/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... ella estaba haciendo con su boquita.
Me empezó a chupar más rápido, con más fuerza. Se la metía hasta la garganta. Sentía cómo se la tragaba. Me miraba, me sonreía, me la babeaba toda. Le agarré la cabeza y la empecé a empujar, marcándole el ritmo. Quería llenar esa boquita de leche.
Ella abrió más la boca, se dejó hacer. Y ahí exploté. Acabé adentro suyo y, como yo bien sabía, Michelle se tragó hasta la última gota.
Me temblaban las piernas, los brazos, todo. Ella tragó todo sin quejarse, y después me la limpió con la lengua como si fuera lo más natural del mundo.
Me miró, relamiéndose los labios, y dijo:
—Estaba rico. No todos tienen un rico semen.
Yo no dije nada. Me quedé recostado, jadeando, tratando de volver al mundo real.
Ella se trepó sobre mí, me besó en el pecho, en el cuello, y me susurró al oído:
—¿Te queda fuerza para una más?
—En unos minutos, seguro —dije.
La agarré de la cintura y la atraje hacia mí. Nos quedamos un rato acariciándonos. No podía creer que de verdad la tuviera conmigo. Apoyó su nariz en la mía, y nos quedamos así, recuperando energías, mirándonos. Su cuerpo se sentía muy pequeño y frágil en mis manos. Acariciaba sus nalgas suavemente. Olía a perfume, a sudor, a crema, a sexo. El olor más delicioso del mundo.
—Vení —le dije después.
Entramos al baño. Michelle caminó desnuda, con ese culo redondo moviéndose sin pudor, y abrió la ducha. Salió un chorro tibio que empezó a entibiar el ambiente. El espejo ya ...
... empezaba a empañarse. Se metió sin esperar que yo diga nada, y yo la seguí, como un perro.
El agua le caía encima y le resbalaba por el cuerpo como si estuviera hecha de mármol caliente. Las gotas le bajaban desde el pelo, le cruzaban el cuello, le pasaban por las tetas y le recorrían la panza hasta perderse entre sus piernas. La miré y sentí que la pija se me empezaba a parar de nuevo.
Ella me miró por encima del hombro.
—Sentate —me dijo, señalando el rincón de la bañera.
Así lo hice. Se bajó despacito, se agachó hasta quedar en cuclillas, y me la agarró con una mano.
—Vamos de nuevo, grandote —me dijo, y se subió encima de mí, metiéndose la pija entera—. Tranqui, no te muevas. Esta vez mando yo.
Y empezó a moverse despacio, como si se estuviera puliendo la concha. Se sentaba de a poquito, se alzaba, giraba la cadera. Sus tetas me quedaban cerca de la cara, mojadas, perfectas. Se las agarré y se las apreté con fuerza. Ella suspiraba, gemía bajito. El agua le caía por el pelo, le chorreaba entre las cejas, le bajaba por el cuello. Estaba tan mojada por dentro como por fuera.
—No te hagas el buenito —me dijo—. Agarrame fuerte.
La agarré de la cintura y empecé a acompañarla en los movimientos. Ella apretaba los dientes, me miraba con cara de loca. Se inclinó un poco para adelante, me apoyó las manos en el pecho, y me empezó a cabalgar más fuerte.
El agua rebotaba en los dos, hacíamos un ruido de carne mojada, de respiración entrecortada. Yo le agarraba el ...