1. Olimpo 4. el chico del vestuario


    Fecha: 17/09/2025, Categorías: Gays Autor: Pollinsky, Fuente: TodoRelatos

    Los obreros, y algo de mi poder, habían ayudado a recuperar la normalidad en Delfos. En los días en que los dioses aún se mezclaban con los mortales y los Juegos Pitios eran el mejor pretexto para lucir músculo, belleza y algo más. Mi mente no podía olvidar al chico del vestuario. Acudí a Sibila, la sacerdotisa principal del oráculo de Delfos, quién me lanzó mi única profecía. Entré a mi templo, y allí estaba ella, sobre el ónfalos y respirando el vapor que amanaba ese mismo ligar
    
    - Dime lo que ves, pitonisa, en los designios del universo- dije dirigiéndome directamente a ella.
    
    - Un amor eterno como la nueva flor surge del dolor del amor - dijo abriendo sus ojos dorados- . El nombre del que buscas es hermoso como la flor más pura e inimaginable y viene desde la corte de los nacidos del carnasier - suspiró y se pausó la pitonisa-, el lobo - volvió a suspirar agitada-.
    
    - ¡Su nombre, dime su nombre, bruja! - estaba perdiendo la compostura y la paciencia.
    
    - ¡Jacinto! - dijo en un grito que rebotó por el dolos y Sibila volvió a su trance.
    
    Así que un príncipe de los lobos, nada menos que de Esparta me había hecho perder la cabeza. Jacinto era un chaval de esos que hacen que hasta un dios como yo se replantee sus prioridades divinas. No exagero: piel tersa, sonrisa traviesa, y un culo tan perfecto que ni Hefesto con todo su taller podría haber esculpido mejor.
    
    Aquel día, el vestuario era un hervidero de testosterona y aceite de oliva. Yo, como siempre, me colé ...
    ... entre los mortales con mi versión más sexual y morbosa: barba recortada, músculos de escándalo y, por supuesto, mi herramienta divina bien calibrada para la ocasión. Jacinto estaba allí, rodeado de otros atletas, pero brillaba como el sol en pleno mediodía. Nos reconocimos de la otra ocasión en la que le ayudé a ponerse aceite. En esa ocasión no le tocaba competir, pero atletas de su equipo sí que tenían que hacerlo.
    
    - ¿Todo bien, Jacinto? - le pregunté acercándome a él para abrazarlo-.
    
    - ¡Sí, sí! - se quedó algo extrañado- ¿Cómo es que conoces mi nombre?
    
    - Sé todo lo que me interesa, y tú me interesas, príncipe- le dije acercándome a su oído y llevando una mano a su torso desnudo-
    
    - Apolo, Dios de la belleza, que haces brillar la eternidad con tu poder, - dijo Jacinto rodeándome mientras andaba- ¿Está tarde será buen momento para conocer tu bosque sagrado? - dijo apresuradamente mientras se alejaba con su equipo en dirección al estadio-.
    
    - Allí te buscaré - nos miramos y nos sonreímos como adolescentes ávidos de placer-.
    
    El bosque sagrado de Delfos era un lugar donde la naturaleza y el deseo se daban la mano sin rubor. No era raro que los árboles fueran testigos de jadeos, risas y cuerpos entrelazados, porque si algo sabíamos los dioses —y los mortales que se atrevían a imitarnos— era disfrutar de los placeres de la carne.
    
    Aquella tarde, aburrido de tanta súplica y sacrificio, decidí darme un paseo por el bosque. El sol, mi sol, se filtraba entre las ramas y ...
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