Olimpo 4. el chico del vestuario
Fecha: 17/09/2025,
Categorías:
Gays
Autor: Pollinsky, Fuente: TodoRelatos
... gritar.
El ritmo fue lento al principio, luego más rápido, más profundo. El agua salpicaba, los jadeos se mezclaban con el canto de los pájaros. Le acaricié la polla mientras lo embestía, sintiendo cómo se tensaba bajo mis manos.
—Más, Apolo, más... —me suplicó.
No me hice de rogar. Embestí con fuerza, sintiendo cómo su cuerpo temblaba de placer. Jacinto se corrió primero, su semen mezclándose con el agua del lago. Yo lo seguí, llenándolo por dentro, el orgasmo sacudiéndome de pies a cabeza.
Nos quedamos abrazados, flotando en el lago, riendo como dos críos traviesos. El bosque sagrado guardó nuestro secreto, aunque seguro que algún fauno curioso nos espió entre los juncos.
—Mañana te espero en el vestuario —me dijo Jacinto, guiñándome un ojo.
—Y yo te espero en mis sueños, príncipe —le respondí, besando sus labios una vez más.
Porque en Delfos, el amor y el deseo eran tan sagrados como cualquier oráculo. Y Jacinto, mi Jacinto, era el milagro más hermoso que jamás brotó de la tierra y del placer.
Esa mañana no atendí a los presagios ni peticiones del universo y de los simples mortales. Quería estar con el príncipe y mi cabeza deseaba encontrarlo y disfrutar juntos. Seguían las competiciones y tuve que presentarme en el vestuario otra vez. Solamente tenía ojos para Jacinto. Lo encontré nervioso. Quería que se calmara.
—¿Te ayudo a ponerte a punto, príncipe? —le susurré, mientras mis manos ya buscaban su espalda.
Jacinto soltó una risita, de esas ...
... que te hacen pensar en cosas indecentes y en poemas a la vez.
—Si eres tan bueno con las manos como ayer, no me voy a negar, Apolo.
El vestuario se transformó en un templo del morbo. Los demás se hacían los distraídos, pero todos miraban de reojo. Yo recorría su piel con las manos, deteniéndome un poco más de la cuenta en los hombros, bajando por la espalda, hasta que mis dedos rozaron ese culo espartano, firme y suave. Jacinto suspiró y se apoyó en mí, su polla ya desperezándose entre nuestras piernas.
—No te distraigas, que luego tengo que competir —me dijo, pero no hizo nada por apartarme.
—Te prometo que te dejaré energía para ganar —le respondí, mientras mi mano se deslizaba entre sus muslos.
Nos besamos. El ambiente en el vestuario era tan caliente que hasta los dioses del Olimpo se habrían sonrojado. Jacinto me mordió el labio, y yo le devolví el favor bajando a su cuello, lamiendo el sudor salado de su piel.
—Después de la competición, eres mío otra vez —le susurré al oído.
—¿Y si pierdo? —preguntó, con esa sonrisa de quien sabe que va a ganar.
—Entonces te consuelo... a mi manera.
La competición fue un espectáculo de cuerpos desnudos, músculos tensos y pollas balanceándose al sol. Pero yo solo tenía ojos para Jacinto, que corría, saltaba y lanzaba como si el propio Eros lo empujara. Cuando llegó el turno del lanzamiento de disco, me acerqué para desearle suerte. Le di un beso rápido, sin importarme las miradas.
—Acuérdate de mí cuando ...