1. ¡La Concha de mi Hermana! [09]


    Fecha: 17/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos

    Capítulo 09.
    
    Sutileza Nivel Cero.
    
    La tele estaba encendida, pero no sabría decir qué daban. Algo de competencia de pastelería o de tatuajes. O de pastelería en tatuajes. No sé. Nadie miraba.
    
    El volumen estaba bajo, lo justo para que hubiera un murmullo constante, como si las voces de fondo pudieran absorber el peso de lo que no nos animábamos a decir.
    
    Mi hermana, que a eso de vestirse ya lo considera opcional, estaba con una remera corta, ajustada, que le resaltaba los pezones. Y abajo: la nada misma. Su concha, recientemente depilada, brillaba ante la tenue luz de la pantalla.
    
    —Che —dijo Katia, después de un rato—. ¿Lo de hoy fue raro, no?
    
    Asentí, sin mirarla. Los colores del televisor seguían moviéndose frente a nosotros, sin registro en la retina.
    
    —Lo bueno es que nos tenemos confianza —siguió ella—. Sino, hubiera sido rarísimo... Hizo una pausa.
    
    —¿Creés que fue más raro esto, o lo que pasó con Paula?
    
    Me tomé unos segundos. No porque dudara de la respuesta. Sino porque cualquier respuesta era un campo minado.
    
    —Lo dejamos en empate —dije.
    
    * * *
    
    No sé bien en qué momento de la mañana empecé a sospechar que todo iba a salir mal. Tal vez fue cuando Stella me guiñó un ojo mientras me pedía que la ayudara con los documentos de la reunión. O cuando vi que Katia entraba a la oficina con su camisa blanca de siempre —esa que se ajusta demasiado a su cuerpo como para pasar desapercibida, aunque ella jura que es cómoda.
    
    Lo cierto es que ahí ...
    ... estábamos: en la sala de reuniones, todos sentados, esperando a la auditora de la sucursal centro.
    
    Cuando Silvia Daneri entró en la sala, todo fue silencio. Una mujer seria, de esas que tienen el cabello tan perfectamente planchado que parece un comunicado oficial. Llevaba un rodete bajo sin un solo pelo fuera de lugar, un traje azul marino que no admitía arrugas y unos anteojos de marco dorado tan finitos que no sabía si eran para leer o para juzgar. Tenía la expresión de alguien que nació en una hoja de cálculo y fue criada por dos columnas de Excel. Su saludo fue breve, su apretón de manos firme y sus ojos... clínicos. Ni bien se sentó, supe que no iba a perdonar una sola coma fuera de lugar.
    
    Stella, por supuesto, se sentó a la cabecera como si estuviera por conducir un programa de cocina en vivo. Sonreía con más dientes que de costumbre y gesticulaba con las manos como si hubiera dormido en una taza de café expreso. Su cabello rubio, lacio y perfectamente alineado caía sobre sus hombros como una cortina de revista, sin una sola hebra rebelde. Llevaba un traje entallado color marfil, de esos que gritan “poder ejecutivo” pero con escote suficiente como para que no se note que lo están gritando. Tacones finos, labios color vino y uñas rojas perfectamente brillantes. Una femme fatale disfrazada de ejecutiva, o una ejecutiva que disfrutaba demasiado parecer una femme fatale. Con Stella nunca se sabía.
    
    Yo estaba a su derecha. Katia —y sus dos tetas— a la izquierda. Una ...
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