¡La Concha de mi Hermana! [09]
Fecha: 17/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos
... simetría desigual.
—¿Alguien quiere azúcar? —preguntó Katia, levantándose con la bandeja en mano.
Ese fue el momento.
Su camisa blanca —con botones demasiado tensos para su propio bien— parecía haber sido diseñada para alguien con una talla menos o un día menos de curvas. Debajo llevaba una falda de oficina negra que, en teoría, debía aportarle formalidad, pero que en la práctica la hacía parecer una cabaretera infiltrada en una reunión de balances trimestrales. Su cabello largo, con ondas sueltas, caía desordenado sobre sus hombros, como si se hubiera peinado con los dedos mientras cruzaba la calle. Y para coronar el cuadro, su labial rojo carmesí estaba mal aplicado. Nada escandaloso. Apenas un desvío en la comisura izquierda, una imperfección diminuta... pero suficiente para que mi cerebro, programado para detectar el desorden como una alarma de incendio, no pudiera dejar de mirarlo.
Ella se inclinó sobre la mesa para alcanzar la azucarera, y en esa breve, silenciosa y fatal inclinación, el botón central de su camisa salió disparado como un proyectil bendecido por la tensión superficial. Cruzó el aire con un sonido apenas audible —un tic liviano— y aterrizó, como si hubiera sido guiado por el destino, en la taza de Stella.
Hubo un silencio. Breve. Pero devastador.
* * *
—Igual, lo del botón tampoco fue tan grave —dijo Katia, estirándose en el sillón como si estuviera sacudiéndose el recuerdo junto con la rigidez del día.
Yo giré apenas la cabeza ...
... para mirarla. Se estaba rascando el pubis. Según ella, le pican los pelitos que ya están creciendo otra vez.
—¿No tan grave? Voló directo a la taza de Stella. Hubo una pausa de cinco segundos. Yo conté cada uno.
Katia sonrió con los ojos entrecerrados.
—Bueno, pero nadie murió. Además, Stella se lo tomó con humor.
—Sí, claro. Stella se toma todo con humor… hasta que un día yo esté en la calle y ella siga en su oficina, riéndose con tu sostén en la mano.
Ella se rio bajito, sin culpa.
—¿De verdad pensás que por un botón vas a perder tu trabajo?
—No. Pero si seguimos con estos episodios, en plural, no sé cuánto va a aguantar mi margen de dignidad profesional.
Katia se acomodó una almohada en el regazo.
—Estás exagerando.
—Estoy siendo prudente. Lo que vos hacés y lo que vos sos, a veces no se llevan bien con el concepto de “oficina”. Vos también deberías tener un poco de prudencia.
—Vergüenza y prudencia, nunca tuve.
—¡Mentira! Si te pusiste más roja que yo cuando te quedaron las tetas al aire.
—Bueno, fue una forma de decir —contestó, con las mejillas como tomates.
* * *
Yo bajé la mirada, deseando que me tragara el piso o, en su defecto, una carpeta de informes de presupuesto. Cualquier cosa que me salvara de mirar el escote súbitamente generoso de Katia, que se había abierto como flor en primavera. ¿Y del corpiño? Ni noticias. Los pezones de Katia parecían dos ojos atolondrados de lujuria. Miraban para todos lados como si estuvieran ...