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Todo comenzó con un beso 7
Fecha: 17/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Mandarina, Fuente: TodoRelatos
... él. Me senté en sus piernas sin aviso, lo besé con fuerza, con hambre. Su mano subió directo a mi muslo. Yo le empujé la cabeza hacia mis tetas. Me estaba comportando como nunca antes. Y no me importaba. No escuché pasos arriba. Pero sabía que estaba ahí. Que el silencio era demasiado perfecto. Que Sebastián tenía que estar en su cuarto, y que en cualquier momento iba a entender lo que pasaba. Me recosté en el sillón y me abrí de piernas. Mateo se lanzó sobre mí como un animal. Yo gemía fuerte. Sin filtro. Cada vez que metía la mano, cada vez que me chupaba el cuello, yo gemía más alto. —¡Eso! ¡Ahí! —gritaba, sin importarme nada. Queriendo que cada pared transmitiera el eco hasta su maldito cuarto. Mateo me bajó el short y quedé con las bragas al aire. Lo dejé hacer. Se arrodilló frente a mí y me empezó a lamer con fuerza. Yo me retorcía, exagerando, llevando el volumen al límite. —¡Sí! ¡No pares! ¡Cómeme, Mateo! ¡Hazlo mejor que nadie! ¡Hazme gritar! Y lo hacía. El pendejo lo hacía bien. Me chupaba con desesperación. Me metía los dedos. Me agarraba las nalgas. Y yo fingía el orgasmo más ruidoso que podía sacar de la garganta. —¡AHHH! ¡Sí! ¡Así! Y en medio de todo eso, abrí los ojos, clavé la mirada en el techo, imaginando que él estaba arriba, escuchando. Sabiendo. Queriendo bajar pero sin hacerlo. Porque ahora el control lo tenía yo. Mientras tanto, Mateo abrió el sobre con torpeza, pero no perdió tiempo. Se puso el condón casi temblando de ...
... las ganas, y en cuanto lo tuvo bien ajustado, yo me puse de perrito y él se inclinó sobre mí, metiéndomela de golpe y con fuerza. —¡AHHH, puta madre! —grité, arqueándome entera mientras sentía su verga abrirme como si fuera la primera vez. Me empujó el cuerpo hacia adelante y me llenó hasta el fondo, un solo movimiento, uno seco, uno brutal. Ese primer empuje me sacó el aire, me dobló la espalda, me despertó cada nervio del cuerpo. Mateo gruñó encima de mí, clavándome con rabia, agarrándome de las caderas como si estuviera en una pelea. —Eso, así... —jadeé, bajando la cabeza, mordiéndome el labio. Y luego, grité más fuerte, con toda la intención del mundo. —¡Sí, Mateo! ¡Dámela toda! ¡Cógeme como un animal! ¡Haz que me corra! Cada palabra no era para él. Era para Sebastián. Cada gemido, cada frase sucia, cada aullido exagerado era una piedra lanzada directo a su habitación. Quería que escuchara el ruido de mi piel chocando con otra, que me imaginara con el culo arriba y los ojos en blanco, completamente perdida. Quería que pensara que me estaba viniendo con alguien más. Quería que le doliera. Mateo me embestía con ritmo, cada vez más rápido, más fuerte. Yo agarraba el cojín como si me fuera la vida en ello, gimiendo sin freno, dejando que los sonidos me salieran sucios, roncos, llenos de calentura. —¡Así, cabrón! ¡Más fuerte! ¡Hazme olvidar a todos! Mentira. No quería olvidar a nadie. Quería que Sebastián escuchara cada palabra, cada golpe de cadera, cada ...