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Pausa matrimonial = despertar sexual
Fecha: 19/09/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Diosa Nix, Fuente: TodoRelatos
... sensación. Con las gafas de sol y el sombrero por toda vestimenta, me meto en el agua de su mano. Tiene la entrepierna depilada, de la que cuelga una polla grandota cubierta por el prepucio. Nada que ver con la de Manolo. El agua me cubre hasta la cintura y pego un respingo. Mis pezones se ponen erectos. Roberto me toma en volandas mar adentro, sin dejar de jugar. Los otros bañistas están lejos, así que no me siento observada. El agua de mar sobre mi piel me resulta liberadora. Nadamos, nos salpicamos, reímos. Roberto hace sentadillas, toma aire y aprovecha una ola para sumergir la cabeza. Cuando emerge, parece salido de un anuncio de televisión. Me abraza fuerte y yo pego mis calabazas contra su pecho. Nos besamos. —¿Te ha gustado? —Todo. El polvo y el baño. —Lo vuelvo a besar—. Nunca me habían comido el coño así. —Me encanta comer coño… —susurra a mi oído—. Eso y el sexo anal es lo que más disfruto. —¡Uy! ¡Como los maricas! —Suelto una risita. —El sexo no conoce etiquetas. —Me besa el cuello—. El culo da placer a cualquier hombre, sea gay o no. Nos secamos al sol antes de volver a ponernos los bañadores. Pasamos el resto de la tarde leyendo y charlando. Los temas fluyen. Con los matrimonios amigos de Madrid nunca he sido sincera. El entorno de la Bolsa es tan malsano que un detalle puede ser traición. Roberto escucha con la calma de quien se ha visto en el arroyo y en la opulencia, sabiendo que en ambos anidan distintas formas de miseria. Entramos ...
... en la urbanización bien pasadas las diez de la noche. Con el motor al ralentí me susurra: —¿Quieres subir a mi casa? Puedes ducharte, cenar, dormir… o hacer triplete. Acepté. Cuando salí de su ducha con peces de gresite, ya había preparado la cena, que disfrutamos en la terraza. Que un hombre fuera autosuficiente en la cocina era otra novedad para mí. Acababa de empezar agosto y apretaba la canícula. A la mañana siguiente, me desperté en la misma postura en la que me había atrapado el sueño, en cucharita. Noto cosquillas en una teta. —Buenos días, hermosa —susurra—. Hace siglos que no duermo con una rubia impresionante. —Y yo hace siglos que no duermo abrazada… ni a hombre ni a almohada. —Me río. Nos besamos un rato. Enseguida me doy cuenta de que el bueno de Roberto tiene el armamento en pie de guerra. —¡Madre mía! ¿Siempre te pasa esto o solo con las rubias? —Esto me pasa al ver tus tetas… —Se ríe él. Me devora a su gusto. Sé que la juventud ayuda, pero es un chute de autoestima descubrir que pongo burro a un chico que podría ser mi hijo. Mi marido tenía problemas debido al estrés y a la glucosa alta, así que el sexo, cuando aún lo teníamos, era pobre. Me costaba mucho activarlo y apenas aguantaba. Roberto hace parada larga en mis pechos a boca llena. —Ummm… qué rica estás… ummm… te voy a comer entera… —farfulla sin dejar de mamarme. No puedo contestar, solo maúllo como una gatita. Uno de sus dedos acaricia mi raja y me abro de piernas como si ...