1. La búsqueda (V): ¿Te da morbo mamársela mientras duerme?


    Fecha: 20/09/2025, Categorías: Sexo en Grupo Autor: MN_IS, Fuente: CuentoRelatos

    ... puso sobre su hombro) y le metió dos dedos sin ningún miramiento. Moní contrajo los músculos del cuello y sonrió todo lo que pudo. Isa puso su vagina contra sus propios dedos, y empezó a ondular las caderas, al ritmo que los hacía penetrar a Moní. Después de un par de embestidas los dedos empezaron a estorbar. Las piernas se cruzaron y el sexo de las dos chicas empezó a golpear húmedamente uno con el otro. Cada una se reclinaba hacia atrás, para tener más impulso, pero abrazaba a la otra por el cuello, para que no se alejara demasiado. Ambas necesitaban el mismo ritmo; ambas se embestían con la misma fuerza. Así, no fue nada extraño que acabaran juntas.
    
    Isa bufó cuando cayó de espaldas en la cama. Su cabeza quedó en el aire, y miró el cuarto al revés. Moní se desenredó como pudo de las piernas de Isa, y fue, desnuda como estaba, pero muy abochornada, a abrir un poquitín una ventana. No recordaba que veinte minutos antes se moría de frío.
    
    Mario se llevó un brazo a la cara, con el que se tapó los ojos.
    
    —¡No sé si eres flojo o solamente egoísta! —regañó Moní a Mario cuando volvió a la cama. —¡Estabas despierto! ¿Por qué no te movías un poco más?
    
    —¿Hablaron de morbo, verdad? —contestaba Mario, visiblemente cansado. —Yo creo que te daba morbo tener sexo con una persona dormida. He estado con varias mujeres que tienen esa fantasía, que es contraria al gusto de la querida Isa, pero creo que bastante normal. Dicen que la Luna pidió que su amante Endimión durmiera ...
    ... eternamente, para que fuera eternamente joven. Yo creo que el sexo le gustaba más con él dormido.
    
    —No sé si es un chiste malo o una referencia ñoña —siguió regañando Moní.
    
    —Creo que son las dos —dijo Isa, riendo. —A ver, a ver. Nos estamos sincerando con esto de los fetiches. Yo ya dije que me gustan las caras de lucha. A mi amada Moní parece que le gustan los dormidos.
    
    —Eso no es cierto —interrumpió Moní
    
    —Hipotéticamente, pues. ¿A usted qué le excita?
    
    —Escucharlas, precisamente. Oír hablar de sexo —dijo Mario y, después de un rato, agregó: —Escuchar historias y fantasías, me parece.
    
    —¿Ha cogido con mucha gente que le cuente sus fantasías? Me parece falso. Nadie cuenta esas cosas, mucho menos a un amante —objetó Moní.
    
    —¡Hagámoslo! —dijo Isa, sin esperar respuesta.
    
    —Hagámoslo, entonces —confirmó Mario—. ¿Qué mejor, para esta dulce sobremesa del orgasmo, que contar historias? Como ustedes son dos mujeres, para que seamos simétricos, yo debería contar la historia de en medio, la segunda. Una de ustedes, entonces, debería empezar.
    
    —No, usted va a empezar —dijo Moní.
    
    —¿Por qué dices eso?
    
    —Ella y yo somos hidalgas, “y vos solo un infançón”; nosotras ponemos las reglas —dijo Moní, citando unos versos del Cid que le gustaban, por altaneros.
    
    —Bien dicho… creo —confirmó Isa.
    
    Si con “hidalgas” quería decir “ricas”; y con “infançón” quería decir “pobre”, entonces Moní estaba mintiendo. Isa era la única en ese cuarto de hotel que aún tenía dinero. Pero a ...
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