1. Intercambio entre hermanas - completo (cap. 07)


    Fecha: 20/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Abel Santos, Fuente: TodoRelatos

    ... alucinada, moviendo la cabeza a izquierda y derecha. Ana y yo no sabíamos que iba a ocurrir, pero nos temíamos lo peor.
    
    Y no fue para menos. Cuando el calvo llegó a la altura de su mujer, dejó caer los pantalones y, tirando de la piel de su miembro hacia atrás, se lo insertó de una estocada y empezó a empalarla con él. La mujer rugió, aunque más pareció de placer que de queja. Ana y yo nos miramos asombrados.
    
    —Jo-der… —exclamé.
    
    El cuervo, por su parte, no se quedó quieto. Dejó el micrófono en su soporte, se acercó a la cara de Marisa, se bajó los pantalones y empezó a follarla por la boca con un ímpetu innecesario, como intentando hacerla daño. De cuando en cuando le propinaba una bofetada en las tetas o en la cara que la hacían dar un salto sobre la cama.
    
    Todo el mundo aplaudía. La música sonaba cada vez más fuerte y los dos hombres continuaban follando a la mujer hasta que, con pocos segundos de diferencia, se corrieron sobre ella.
    
    Los vítores eran ensordecedores. Todos los asistentes aplaudían puestos en pie. La mujer se había quedado prostrada en la cama sin moverse, como muerta.
    
    —¡No me jodas! —grité para que me oyera Ana.
    
    —¡Vámonos! —dijo ella.
    
    Mientras intentábamos saltar por encima de los espectadores, observamos a los operarios como se llevaban la cama con Marisa tumbada en ella y la ropa apoyada sobre sus pies, única parte de su cuerpo libre de semen.
    
    Nos costó un gran esfuerzo llegar hasta el hall del mal llamado teatro. Aquel lugar ...
    ... era un centro de tortura, en realidad.
    
    Ana se me perdió un par de veces entre el tumulto y tuve que luchar con el gentío para recuperarla. Cuando por fin la rescaté, observé por el rabillo del ojo al calvo, marido de la torturada, que saludaba a unos y a otros con grandes risotadas. Ana intentó sujetarme al intuir mis intenciones, pero me zafé de ella.
    
    Agarré a aquel pedazo de cerdo de las solapas y lo empotré contra una de las paredes del hall. A punto estaba de sacudirle un puñetazo, cuando una mujer se acercó a mí y me detuvo.
    
    —¿Pero qué coño le hace a mi marido, cabronazo? —soltó con malos modos.
    
    Me volví hacia ella y me quedé con la boca abierta. La mujer no era otra que Marisa, la esposa de aquel depravado. Se encontraba vestida y mal lavada, aún con restos sobre la cara y con el pelo pegajoso por el esperma recibido. Pero defendía a su hombre con uñas y dientes.
    
    —O deja a mi marido ahora mismo o le arranco los ojos, desgraciado… —espetó enseñándome unas uñas como garras—. Y luego llamaré a la policía.
    
    Me eché hacia atrás, más aturdido que asustado, y solté al calvo.
    
    —Déjalo, Fran —me dijo Ana tirando de uno de mis brazos—. Los que no pintamos nada aquí somos nosotros. Vámonos.
    
    —Me cago en la leche… —dije al salir del supuesto teatro—. Hay gente para todo…
    
    Con una sonrisa que más parecía una mueca, Ana me dio la razón.
    
    —Y que lo digas…
    
    *
    
    —¿A qué hora dejasteis el teatro? —preguntó Marta cuando terminé de hacerle un resumen de la ...
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