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Intercambio entre hermanas - completo (cap. 07)
Fecha: 20/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Abel Santos, Fuente: TodoRelatos
... no habría más de cien o ciento veinte butacas. Un espectáculo para un club selecto, me dije con ironía. Nos acomodamos en nuestras butacas y quedamos rodeados por ambos lados. Tendríamos dificultad para escapar si así lo decidíamos debido a los espectadores ubicados en los dos flancos y a la estrechez de la distancia entre asientos. —Estamos atrapados —comenté en voz baja. —Eso me parece —replicó Ana aguantándose la risa. Miré a izquierda y derecha y observé que al lado de Ana se habían sentado dos mujeres de una edad indefinida entre los treinta y los cincuenta. Por mi lado, una pareja de mediana edad —sobre los cuarenta— no hacían más que cuchichear desde el mismo momento en que se habían sentado. Me fijé en la mujer, que era la que estaba junto a mí y me pareció bonita y con buen tipo. Muy femenina y atractiva como para que encajara con su pareja: un hombre feo y calvo, con tendencia a la obesidad y con una risa que ponía los pelos de punta por lo amarillo de su dentadura. La vida propicia parejas extrañas, pensé, pero como ésta hay pocas. No me dio tiempo a pensar en más. Las luces de la sala se apagaron y unos focos potentes alumbraron el escenario. Un tipo con smoking y pajarita sostenía un micrófono y nos pedía que guardáramos silencio para que la función pudiera dar comienzo. Me fijé en el presentador. Se asemejaba a un cuervo merced a una nariz ganchuda que solo he visto en películas de humor. Por otro lado, quizá no era demasiado viejo, su voz segura ...
... le enmarcaba en los cincuenta, pero la piel de su cara arrugada como una pasa le hacía parecer un anciano de más de setenta. Noté como las manos de Ana tomaban las mías con nerviosismo y la miré, conciliador. —Tranquila… —le dije—. Aún estamos a tiempo de irnos cuando queramos. —Vale… —suspiró ella. Por fin, el presentador —se autodenominó speaker para darse pompa— empezó a hablar. Dio las gracias a los presentes y resumió unas reglas de seguridad con el mismo tono cansino que la azafata de un avión. A continuación, hizo un sonido con la boca, como el canto de un ave y dio la función por comenzada. Ana y yo nos mirábamos de cuando en cuando, no entendíamos nada de lo que allí ocurría. En el escenario solo se encontraba el speaker y presentí que no iba a aparecer nadie más. Me equivocaba. De súbito, aparecieron dos operarios cargando una especie de mesa cubierta de una superficie acolchada y la depositaron en el centro del escenario. Tenía una altura superior a la de una cama, como un metro. Era, además, de ancho apenas suficiente para dar cabida a una persona y poco más, y parecía estar hecha para una función especial. La función que se nos iba a ofrecer aquella noche. —¿Es una cama? —susurró Ana. Me fijé mejor y, en efecto, aquello parecía una cama en forma de mesa. —No sé… —respondí—, pero lo parece. Una vez que los operarios desaparecieron, el «hombre cuervo» —el apodo se lo pusimos después— comenzó de nuevo a hablar. Unos segundos antes, una ...