1. Mi sobrino me ayuda y acaba metido en mi cama


    Fecha: 25/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    Hacía casi dos años que mi marido José Luis y yo nos habíamos separado, tras una aventura con una chica diez años menor que acabaron con veinticinco años de matrimonio. Aunque me pidió perdón y la dejó, no le perdoné.
    
    A mis cincuenta y cinco años, me vi hundida durante un tiempo pero finalmente, conseguí recuperarme.
    
    Tenía la intención de que ese verano fuera diferente. Con Pablito, mi hijo, en Londres, y con la ausencia de Esther, mi hija, a la que no vería hasta agosto, trataba de pasar los últimos días de julio en Madrid, de una manera agradable.
    
    Durante el día, después de dejar la casa organizada, me iba regularmente al gimnasio del club social de la urbanización. Ya se habían marchado muchos conocidos de vacaciones, incluida Charo mi pareja de pádel.
    
    Por la tarde me llamaron unas amigas y, aunque dudé de quedarme en casa, porque estaba siguiendo una serie de Netflix, finalmente acepté salir con ellas, con las que cada vez me sentía más alejada, ya que eran un poco conservadoras, casadas o viudas estrictas y mi proceso de evolución me hacía verlas mayores para mí.
    
    Al día siguiente, después de una mañana normal, gimnasio y pádel, al terminar, tomé un vino en la cafetería del club con mi cuñada Elena a la que hacía tiempo no veía. Era la viuda de mi hermano mayor, Antonio, que falleció hacía ya cuatro años y que siempre me había protegido casi como una hija. Hablando de mi separación me contó algo que no sabía.
    
    —Me encontré un día con Amparito y me dijo ...
    ... que José Luis la invitó a cenar y han seguido quedando.
    
    La verdad es que ya me daba igual. No sentía nada por él.
    
    —Por mi parte no hay problema. Que les vaya bien.
    
    —¿Has solucionado bien todo lo del divorcio?
    
    —Tenemos un tema pendiente respecto del piso que teníamos en régimen de gananciales y que yo quiero poner a nombre de Esther. Renuncié a alguna cantidad que podría haberle sacado, a cambio de ese favor.
    
    —¿Te has quedado bien cubierta?
    
    —Con mi sueldo de profesora en el instituto cubro bien los gastos. Él se quedó la casa de la playa y yo la de Madrid.
    
    Le comenté que, a través de mi banco, me habían ofrecido la compra de un piso que se había adjudicado el propio banco, a muy buen precio, y que quería comprarlo para Pablo, pero estaba ocupado por unos okupas y me preocupaba no poder desalojarlos.
    
    —Alvaro lleva temas como ese en su despacho.
    
    —¿Alvarito? ¡Ya abogado! Cuanto tiempo hace que no le veo. ¿Por qué no se lo preguntas?
    
    —Claro —respondió sin dudar.
    
    Llamó desde ahí a su hijo. Tras un breve saludo, después de años sin vernos, le expliqué la situación atropelladamente mientras él tomaba notas y hacía preguntas. Cuando colgamos, seguimos en nuestro rollo.
    
    —Ya verás como Alvarito te ayuda, sabe lo que su padre te quería. Y ahora háblame de ti. ¿Sales con alguien? —me interrogó cotilla.
    
    —Estoy desanimada desde que me separé —le sonreí con una mueca.
    
    —Tenemos que espabilar —dijo riendo, quizás cansada de llevar tres años de viuda—. Tú ...
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