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La novia de mi padre
Fecha: 27/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Adulto38, Fuente: CuentoRelatos
... derecho al baño, apurado, con la verga ya dura adentro del pantalón. Cerré la puerta… o creí haberla cerrado bien. Cuando entré, me encontré con una sorpresa que terminó de prenderme fuego: una tanga suya colgada del toallero. Negra, chiquita, de encaje, apenas húmeda, recién usada. Me paralicé un segundo, con la respiración agitada. Me bajé los pantalones y agarré esa tanga con manos temblorosas. La acerqué a mi cara y respiré profundo. Tenía un olor exquisito, dulce y salado, como concha limpia mezclada con su perfume. La envolví alrededor de mi verga, y me empecé a pajear como un animal. No tardé en acabar. Fue tanta la leche que largué que me impresioné a mí mismo. Terminó toda sobre el piso del baño, y parte en la tanga, que me apuré en enjuagar y colgar donde estaba, tratando de dejar todo como si nada. Al salir del baño, algo me hizo ruido. Me pareció verla en el pasillo, de espaldas, como si justo se hubiera ido de ahí. Y entonces me cayó la ficha. La puerta no había cerrado del todo. Y ella… estoy seguro de que se asomó y que vio todo. Ayer jueves confirmé mis sospechas. No era imaginación mía. Ella efectivamente me había visto. Como todos los lunes y jueves, después de que terminaba sus clases online, venía mi turno. Me daba clases particulares de inglés en casa, una hora tranquila, a solas, sentados frente a frente. Siempre fue algo normal… hasta ahora. Ayer llegó al living vestida con un pantalón deportivo suelto, de esos finitos que se le ...
... pegaban al culo como una segunda piel cuando se sentaba o caminaba. Encima usaba un top blanco ajustado que dejaba asomar el bulto del corpiño debajo. Como siempre, los libros de estudio, hojas de ejercicios y lápices estaban esparcidos sobre la mesa. Ella de un lado, yo del otro. Intenté concentrarme en lo que decía, pero me costaba. Tenía esa voz tan firme, esa manera de pronunciar que me hipnotizaba, y esa ropa que no ayudaba en nada. Pasaron unos diez minutos, estábamos repasando un ejercicio de tiempos verbales, cuando me lanzó una frase que me dejó helado: —Tenés que ser más cuidadoso con la puerta del baño… La miré, sorprendido. Sentí cómo se me borraba la cara. Me puse rojo, no de bronca, de pura vergüenza. Me latía fuerte el pecho. —¿Eh? —atiné a decir, queriendo hacerme el desentendido. —El lunes —agregó, mientras pasaba la hoja del libro—. No la cerraste bien. Quise tapar el sol con la mano. —Sí, no me di cuenta… estaba muy apurado, tenía miedo de no llegar… —murmuré, como si fuera una urgencia estomacal o algo por el estilo. Ella se sonrió, con esa expresión mezcla de burla y dulzura. No dijo nada más por un momento, y seguimos con la clase. Intenté retomar el hilo, enfocarme en los ejercicios, pero la incomodidad me ardía por dentro. Cinco minutos después, cuando creí que el tema había quedado atrás, me soltó otra que me descolocó del todo: —La tanga negra que te llevaste al baño quedó mal lavada… tenía una mancha blanca. Me quedé ...