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De orgasmo en orgasmo
Fecha: 30/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
... relacionar la pregunta con su barriguita y no con las tetas y se iría la magia al garete. Eche más aceite… Masajeé el interior y el exterior del muslo izquierdo hasta llegar al pie. Masajeé, planta, dedos y tobillos. Volví a echar aceite… Hice lo mismo con el otro pie y subí masajeando hasta llegar cerca del coño. Entonces le dije: -Date la vuelta, bichito. Se dio la vuelta, le eché aceite en la espalda y masajeé, sus hombros, su espalda, sus costillas… Al masajear la espalda, las nalgas y los muslos. Comenzó a gemir. Masajeé desde los talones a las nalgas. Diana, abrió las piernas. Le masajeé el periné y el ojete, Diana, levantaba el culo buscando que mi dedo medio entrara en su ano. Se lo dejé en la entrada y lo metió todo dentro. Se lo quité y repitió la operación más de veinte veces… Al masajear, y dejar el dedo, ella se lo metía todo dentro… Acabó por decir: -Creo que me voy a correr así, cabrón. Le seguí masajeando las nalgas y jugando con mi dedo, en su culo, mas como veía que se deshacía en gemidos, y no se corría, le dije: -Ponte boca arriba, zorrilla. Al estar boca arriba, le masajeé las tetas con una mano, y con dos dedos de la otra le acarició el capuchón del clítoris por los dos lados, luego tiré de el hacia atrás y se le lamí el glande, Diana, exclamo: -¡Ayyy que rico! Cuando vi que se iba a correr, dejé de lamer y le puse un dedo en la entrada de la vagina. Cogió mi mano con la suya y me lo metió dentro. Nos estábamos mirado a los ...
... ojos. Saqué el dedo y le metí dos. Le busqué el punto G y se lo froté cada vez más rápido hasta que sentí una corriente de jugo mojar mis dedos. Diana, cerró los ojos, al abrirlos dijo: -¡Bésame, bésame, por favor! La besé. Le mordí los labios. Arqueó su cuerpo, y exclamó: -¡¡¡Me cooorro!! Vi cómo se sacudía con el placer y sentí su coño apretar mis dedos. Mi polla latía una cosa mala. Al acabar de correrse, me levanté. Fui a la cubitera, abrí el champán, eche dos copas, volví a la cama, y le di una. Tomo un sorbo, y me dijo: -Echaba de menos tus manos. Tu boca. Tus caricias… Te eché mucho de menos. -Y yo a ti, princesa. -¡No me llames princesa! Fui, y soy tu amante casual. Mi idea era hacerla gozar tanto como para que se plantease dejar a su marido, pero esta idea chocaba frontalmente con su actitud. Ya no me quería, bueno, sí, me quería, pero me quería para follar. Bebió el champán, me dio la copa, y me preguntó: -¿Empiezas tú o empiezo yo? Estaba con la polla mojada, así que le respondí: -Empieza tú. Se rio. Me encantaba oír su risa. Luego dijo: -Prepárate que vas a arder -Ya lo veremos, preciosa, ya lo veremos. Poco después estaba encima de la cama amordazado y con unas esposas forradas de terciopelo negro que Diana había cogido en mi bolsa. ¿Qué coño me iría a hacer? ¿En qué piel se metería? Enseguida lo iba a saber. Con la mano derecha dentro de su bolso, me dijo: -Tú estuviste en Londres, ¿verdad? Asentía cuando vi ...