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Confesión: el inicio de mi exhibicionismo
Fecha: 03/10/2025, Categorías: Confesiones Autor: ExpuestaFem, Fuente: TodoRelatos
... fuese más evidente mis senos redondos y pezones chocolates, el cabello suelto, largo, brillando con el sol, y unas gafas oscuras para poder mirar sin ser mirada. Me sentía poderosa. Y cada paso era una caricia entre mis piernas. Recorrí las calles del centro como si flotara. El calor de Sevilla subía desde el asfalto, y mi coño ya estaba pegajoso. Los hombres me miraban. Las mujeres también. Algunos intentaban no mirar directo, pero lo hacían de reojo. Y eso me alimentaba. Llegué al centro sin un plan fijo. Solo sabía que quería algo que llamara la atención, que no dejara dudas de lo que buscaba esa noche. Entré a una tienda que tenía ropa atrevida, donde las maniquíes ya parecían listas para pecar. Recorriendo los pasillos, lo vi: un top manga larga, negro, completamente transparente. Y junto a él, una minifalda de cuero ajustada a la cadera. Justo lo que imaginaba. Pedí mi talla y me metí en el probador. El vestido blanco cayó al suelo. Me vi reflejada en el espejo: desnuda, firme, suave. Mis pezones chocolate resaltaban en mi piel dorada, mis senos llenos se movían con cada respiración. Me puse el top con cuidado, ajustando las mangas largas hasta las muñecas. La tela transparente no cubría nada. Solo lo insinuaba todo con descaro. Mis pezones se veían a la perfección, duros, marcados, irresistibles. Luego me puse la falda de cuero. Subía apenas por debajo del ombligo y dejaba parte de mis caderas libres. Estaba tan mojada que sentí el roce frío del material ...
... sobre la piel húmeda. Y fue entonces que ocurrió. La cortina del probador no cerraba del todo. Había quedado un pequeño espacio abierto, quizás por accidente, quizás no. Estaba en medio de acomodarme cuando la dependienta se acercó con otra talla en la mano. —Perdona… te traje esta por si la quieres probar también —dijo. Nos cruzamos la mirada en ese instante. Y sus ojos bajaron instintivamente hacia mis pechos. Se quedó congelada. Ella podía ver todo a través de la tela. Yo me cubrí los senos con los brazos, pero muy lento, sin apuro. El gesto no fue real, fue tímido, casi cómplice. Me ardían las mejillas. No sabía qué me provocaba más: la mirada de esa chica o el fuego entre mis piernas. Ella también se sonrojó. Bajó la mirada, sonrió y me tendió la otra prenda sin mirarme directamente. —Perdona, no quise… —musitó. —No pasa nada —le dije, con voz suave, temblorosa. Y le devolví la sonrisa. Fue apenas un segundo. Pero nos quedamos allí, las dos en silencio, sosteniéndonos la mirada con algo que no sabíamos si debíamos nombrar. Un deseo breve, contenido, apenas insinuado, pero real. Yo me quedé ahí, temblando. La vergüenza me ardía en la piel, pero la excitación era más fuerte. Sentí un cosquilleo en el clítoris, una palpitación suave, constante. Me mordí el interior de la mejilla. Y por dentro supliqué que volviera. Que me tocara. Que se quedara mirando. No lo hizo. Pero esa breve mirada me bastó. Cuando se fue, me senté en la banqueta ...