1. Martín y Antonio regresan con ganas de más


    Fecha: 14/10/2025, Categorías: Hetero Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... ahora el paseo de vuelta. Una noche entera tirada por tierra, pensó, y todavía tenía que subirse al camión y conducirlas hasta aquel puto aparcamiento con los baños llenos de agujeros, maricas merodeadores y pintadas guarras.
    
    Marta terminó de abotonarse la camisa, tragando saliva como quien se traga el orgullo. Se giró despacio, y durante un instante cruzó la mirada con Martín. Fue solo un parpadeo, pero ahí cabía todo: la humillación, el morbo, la curiosidad... y algo más. Martín alzó una ceja, burlón, como diciendo "ya volverás, guapa". En esos ojos no había llanto ni arrepentimiento. Únicamente ese brillo cabrón del que ha probado algo y se ha quedado con ganas de repetir.
    
    Antonio soltó el humo por la nariz y se acercó a la puerta del cuarto de baño, abriéndola sin prisa.
    
    —Echo una meadita y nos vamos, ¿eh? Esperadme afuera. Es tarde de cojones y aún me queda mucha ruta por delante.
    
    Martín se levantó y se estiró con un bostezo exagerado, como si nada hubiera pasado. Marta y Laura cruzaron el umbral con pasos silenciosos, sin despedirse de él. Ninguna dijo nada. Pero el aire entre ellas estaba tan cargado como la habitación que dejaban atrás.
    
    Lo habían pasado mal… pero también muy bien. Se habían sentido humilladas, sí, con cada orden, con cada risa bruta, con cada empujón. Pero también deseadas de una forma tan cruda que dolía. Habían sentido vergüenza, pero también una chispa de orgullo retorcido por haber aguantado, por haber sido capaces de soportarles el ...
    ... ritmo. Entre gemidos y gritos, entre jadeos y silencios incómodos, habían conocido el dolor, pero también un placer que las sacudía aún por dentro. Asco… sí, por momentos. Pero también una admiración sucia, irracional, por aquel par de machos capaces de convertirlas en poco más que carne caliente. Y ahí andaban ahora, perdidas en un mar de sentimientos contradictorios, con la piel aún ardiendo y la cabeza hecha un nudo.
    
    Tras salir del cuarto de baño, vaciada su vejiga, Antonio cogió las llaves del camión y se las metió en el bolsillo trasero.
    
    —Pues hala, me las llevo. Aunque como alguna de las dos me pida repetir por el camino, te juro que aparco en un descampao y les doy otro homenaje.
    
    —Tú haz lo que te salga del rabo —dijo Martín—, pero no me las dejes tiradas, que bastante tienen ya con la dosis de camionero que se han llevado esta noche.
    
    Antonio asintió con una mueca.
    
    —Tranqui, colega. Que yo seré muchas cosas, pero poco caballero no. Les dejaré el culo templado, sí… pero el depósito lleno.
    
    —Eres un poeta, cojones —gruñó Martín, dándole una palmada en la espalda.
    
    Antonio salió de la habitación colocándose y rascándose el paquete con desidia, haciendo una mueca de asco.
    
    —La madre que me parió… —murmuró entre dientes—. Si la traigo como una papilla caliente, joder… qué pringue.
    
    Se pasó la mano por la bragueta, refunfuñando, y escupió al suelo antes de ajustarse bien el cinturón. Alzó la mirada y vio a las mujeres esperándole junto a la puerta del ...