1. Martín y Antonio regresan con ganas de más


    Fecha: 14/10/2025, Categorías: Hetero Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... hombres no están para cuentos.
    
    Las dos se miraron, con esos ojos que mezclaban el miedo con la excitación, como perros callejeros que saben que no tienen escapatoria pero no pueden evitar mover la cola. Lentitas, como si cada movimiento costara una vida, empezaron a desnudarse otra vez, dejando que la ropa cayese al suelo como hojas secas arrancadas por el viento de un otoño sucio y sudado. Sus cuerpos, aún marcados por el recuerdo de lo que acababan de pasar, se quedaron expuestos al ojo hambriento de los dos mastuerzos, que no perdían detalle.
    
    Marta, con el corazón latiéndole a mil por hora y la cabeza hecha un lío de emociones, se dio cuenta de que, por mucho que le temblara el cuerpo, había una parte de ella que quería perderse, dejarse llevar, y entregarse sin freno, aunque eso la llevara a cruzar todos los límites que jamás habría imaginado pisar.
    
    Antonio y Martín, sin perder el tiempo, se bajaron los pantalones con ese desparpajo de hombres que ya lo han visto todo y no tienen nada que demostrar. Las dos moles de carne, orgullosas y venosas, volvieron a plantarse firmes, apuntando al techo como dos obuses listos para la guerra.
    
    Se tumbaron en la cama como si estuvieran en el salón de su casa, desnudos de cintura para abajo y con sus camisas abiertas, panza fuera, pollón en alto y mirada de chulos de barrio. Martín encendió un cigarro y echó el humo al techo, como si todo aquello no fuera más que otro martes cualquiera.
    
    —Venga, a lo que habéis venido, ...
    ... guarras —gruñó Martín, señalando con un leve cabezazo sus entrepiernas como el que llama al perro para que venga a por el palo—. Que esto no se va a chupar solo.
    
    Marta y Laura, con las mejillas coloradas como tomates en agosto y el coño goteando como un grifo mal cerrado, gatearon por la cama con una mezcla de ansia y sumisión. Se notaba que les iba la marcha. El cuarto olía a sexo, a humanidad, a mezcla de lefa, perfume y humo de cigarro, como un puticlub de carretera después del cierre.
    
    Antonio, con esa barba cana de macho castizo y los ojos entornados como si acabara de volver de faenar en el campo, las miraba desde arriba, con esa mezcla de desprecio y cachondeo tan suya.
    
    —Marta, ven pa’cá, que esta verga se te está poniendo triste —dijo Martín, dándole un par de sacudidas a su rabo, que parecía una morcilla de Burgos recién cocida—. Y tú, Mami, ahora te toca a ti darle alegría a este abuelo cabrón, que lo tienes a punto de repartir hostias del calentón.
    
    Madre e hija no objetaron nada. Se pusieron a trabajar como si llevaran toda la vida en ello. Y los dos camioneros, con la barriga al aire y los huevos colgando, se dejaron hacer, mascando el placer como quien saborea un cocido con un buen chato de vino tinto.
    
    Marta, con las manos temblando como un flan, agarró la polla de Martín con una mezcla de respeto y susto. Aquello era un trasto de feria, gordo y palpitante, y le pesaba en la mano como si fuera una herramienta de obra. Cuando se la desenfundó del todo, ...
«1234...12»