Nicky: no toques a mi hija 12 - Relatos Eróticos

Nicky: no toques a mi hija 12

... estaba pasando, sin tener idea de quién era el hombre a quien desde muy pequeña había conocido como su padre.

Esa noche me encontraba exhausto, manejar por tantas horas no era precisamente la cosa más saludable que podía hacer un viejo como yo, menos aun cuando el hacerlo estaba motivado para evitar la prisión y, principalmente, para evitar que mi hija conociera la verdad.

Sí, esa noche en particular necesitaba relajarme, darme un respiro, tomarme unos minutos para dejar que el tiempo pasara sin tener encima la mirada fulminante de mi hija, sin pensar en todo lo que ocurriría si la policía llegaba a ponerme las manos encima.

Fue en ese momento cuando saqué un paquete viejo de cigarros que estuvo por años en la guantera de mi camioneta junto con una cajita de cerillos que lo acompañaba, un paquete que no había tocado de nuevo desde que mi esposa se fue, desde que perdí a mi hija, algo que me recordó a la familia que una vez tuve, que me hizo perderme en recuerdos de mejores tiempos, antes de que encendiera un cigarrillo y comenzara a fumármelo, obsequiándome un segundo para admirar las figuras que dibujaba el humo del cigarro en el viento, perdiéndome en esa imagen por un momento, recordando de pronto a cada mujer que castigué a lo largo de mi vida, a cada una de esas hembras a las que les di una lección, a las que reprendí por ser unas rameras, hasta que de pronto recordé a la madre de mi hija, a esa muchacha que vivió conmigo durante algunos meses, que me brindó a ...

... la hermosa jovencita que tuvo la desgracia de crecer demasiado rápido y que en aquel momento estaba enojada conmigo.

¿Qué habrá sido de ella? ¿Seguiría con vida? ¿Cuánto tiempo le habría tomado el renunciar a buscar a su hija? Esas fueron las preguntas que me hice recordando a esa mujer de quien no podía pronunciar su nombre, porque simplemente se había borrado de mi cabeza, memorias que me llevaron a imaginar cómo luciría después de tantos años, qué estaría haciendo con su vida y cómo serían las cosas para ella después de lo que pasamos juntos, claro, en el supuesto de que aún siguiera con vida.

No sé cuánto tiempo pasó desde el momento en el que prendí el cigarro hasta el instante en el que desperté de aquel letargo, pero cuando lo hice solamente pude darle una bocanada más antes de que se terminara de consumir, antes de mirar abajo y notar la erección que se levantaba debajo de mis pantalones, de sonreír con satisfacción al notar que la edad no había pasado factura a mis capacidades para fornicar como era debido a cualquier mujer que quisiera tener, al entender que el simple recuerdo de la madre de Lily me había logrado excitar a pesar de tantos años, a pesar de todo lo que ya había pasado.

Cuando entendí que aun necesitaba un poco más de tiempo para estar en paz, encendí otro cigarro y recargué mi espalda en la camioneta, disfrutando de la sensación de humo en mis pulmones, de esa experiencia de relajación que me provocaba el tabaco con cada calada que le daba a ...