1. Ayuda entre hermanas (8)


    Fecha: 18/10/2025, Categorías: Incesto Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos

    Desperté en la cama de mi hermana, acurrucada bajo su brazo, con una pesadez dulce entre las piernas y la boca seca de tanto respirar por la boca durante la noche. Por un segundo, dudé si era martes o jueves o cualquier día en el que la realidad importara.
    
    Diana dormía todavía, la boca entreabierta y un hilito de baba pintando la almohada. Recién ahí caí en cuenta de lo enfermo de todo lo que habíamos hecho anoche: desde mirar a los papás hasta coger como demonios en la misma cama. Pero en vez de remordimiento sentí una especie de energía extra, una vitalidad nueva, como si el mundo se hubiera deshinibido. Incluso mi miedo de siempre estaba, por una vez, callado.
    
    Deslicé el brazo de Diana, me envolví en una toalla y me fui directo a la regadera. Mientras el agua arrastraba el sudor y los restos pegajosos de la noche, pensé en Gerardo. No es que no pensara en él antes, pero ahora, después de todo, se me había vuelto una especie de obsesión física, no sólo mental.
    
    Salí de la ducha y revisé el teléfono. Había notificaciones de grupos, una de mi mamá (sólo un meme de gaticos con frase motivacional) y, lo más importante, un mensaje de Gerardo.
    
    “Hey, espero todo bien entre nosotros… ¿tienes tiempo de estudiar hoy?”
    
    La frase, así de sencilla, me disparó el pulso. Me senté en el borde de la cama, todavía con la toalla escurriendo, y marqué la conversación. Mi mente, entrenada por años en la cautela social, quiso empezar con una respuesta conservadora, pero algo se ...
    ... rebeló en mí. Tal vez la sangre seguía llena de endorfinas y locura. Quizá sólo me había cansado de ser la niña aburrida de la familia.
    
    Le contesté: “Si es para estudiar, sí. Si es para otra cosa, mejor aún.”
    
    Se lo mandé antes de poder arrepentirme.
    
    Diana abrió un ojo desde la cama. —Buenos días… — murmuró.
    
    La ignoré.
    
    Gerardo respondió en menos de diez segundos.
    
    “Pensé que nunca lo dirías. ¿A qué hora sales de la facu?”
    
    Le puse: “Hoy a las 7. ¿Y tú?”
    
    Diana, ya más despierta, se sentó en la cama y me vio fijamente. —Dale, ¿quién te escribe tan temprano?
    
    —Nadie —mentí. Pero el brillo en la pantalla me delató.
    
    —¿Es Gerardo? —preguntó, en voz baja, acercándose como si la conversación fuera un animal salvaje que podía huir si hacíamos ruido.
    
    No contesté, pero tampoco hizo falta.
    
    —¿Ya vas a dejar de ser virgen, enana?
    
    Casi me atraganto con el aire.
    
    —No seas idiota.
    
    Ella se rió.
    
    Le lancé una almohada, que esquivó con destreza.
    
    “Yo salgo a las 6,” escribió Gerardo. “¿Te veo en el café de enfrente?”
    
    “Dale,” puse, y le agregué un emoji de guiño. La Lola de hace un mes se habría muerto antes de usar un emoji en una conversación así, pero la de ahora se sentía capaz de todo.
    
    Guardé el teléfono y traté de respirar. Diana, mientras tanto, ya se había puesto de pie y estaba seleccionando ropa para el día.
    
    —¿Por qué te pusiste tan nerviosa cuando te hablé de coger con Gerardo? Si hace un mes te habrías puesto a llorar sólo de oír la ...
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