1. Ayuda entre hermanas (8)


    Fecha: 18/10/2025, Categorías: Incesto Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos

    ... abriéndome de una manera que sentí en la columna.
    
    Gemí. No pude evitarlo.
    
    Gerardo se detuvo, me besó la frente.
    
    —¿Te duele?
    
    Asentí, pero no quería que parara.
    
    —Sólo un poco —mentí.
    
    Siguió despacio, cada empuje un poco más profundo, cada retirada dejando un vacío helado que sólo podía llenarse con el regreso del calor. El dolor fue cediendo, transformándose en otra cosa, un placer raro, una sensación de llenura total. Sentí cómo el cuerpo se me soltaba, cómo la resistencia se rendía ante el empuje rítmico de su pelvis.
    
    Me aferré a sus hombros, lo abracé, lo recibí hasta donde pude.
    
    El ritmo creció. Los sonidos cambiaron; ahora era un chapoteo húmedo, un golpeteo de carne contra carne, mezclado con jadeos y gemidos que no reconocí como propios. Gerardo me besó en la boca, en el cuello, en los pechos. Me dijo cosas en voz baja que no entendí, sólo el murmullo y el calor.
    
    La sensación era insoportable, deliciosa. Sentía que me partía en dos, pero a la vez no quería que nunca terminara.
    
    No sé cuánto duró.
    
    Me cambió de posición, poniéndome encima. Yo me senté en su pene y lo sentí llenarme desde abajo, como una lanza encajada en mi centro. Al principio creí que me iba a desmayar, pero luego el cuerpo se adaptó y pude moverme, subir y bajar, sentir cada centímetro del roce, de la fricción, del placer.
    
    En un momento me puso a cuatro patas, me agarró de la cintura y me penetró desde atrás. La sensación era otra, más intensa, más bestia, y por un ...
    ... instante temí no resistir. Me corrí sin aviso, un espasmo breve pero brutal que me sacudió las piernas y la garganta.
    
    Gerardo siguió un poco más, luego me avisó que estaba a punto de venirse. Se salió, se quitó el condón y se masturbó un par de veces, terminando con un chorro grueso sobre la sábana.
    
    Nos quedamos tumbados, uno junto al otro, respirando en el mismo ritmo.
    
    El silencio era tan denso que parecía sagrado.
    
    Al final, Gerardo se giró y me abrazó, como si el sexo fuera apenas el prólogo de algo más importante.
    
    No lloré. No sentí culpa. Me sentí poderosa, sucia, viva.
    
    Me vestí. Nos miramos largo rato en silencio.
    
    Gerardo fue el primero en hablar. —¿Te arrepientes?
    
    —No. ¿Tú?
    
    —Para nada, fue el mejor día de mi vida..
    
    Nos reímos.
    
    Me fui a casa con el olor de él en la piel. Diana me esperaba en la sala, viendo la tele como si nada.
    
    —¿Cómo te fue? —preguntó, sin apartar la vista de la pantalla.
    
    —Bien —dije.
    
    —¿Ya cogiste? —insistió, y ahora sí me miró de frente, como si supiera la respuesta.
    
    —Sí.
    
    Diana se levantó, caminó hasta donde yo estaba y me abrazó de golpe.
    
    Sin embargo, durante la cena, Diana apenas me miró. Jugó con el tenedor, luego se fue a su cuarto con el pretexto de terminar un trabajo urgente.
    
    Y así fue toda la semana.
    
    Diana dejó de meterse a mi cuarto sin permiso. No más emboscadas, ni burlas, ni discusiones. Ni siquiera me molestó con el "enana" de siempre. Se volvió casi invisible, flotando de la cocina al ...
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