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Ayuda entre hermanas (8)
Fecha: 18/10/2025, Categorías: Incesto Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos
... palabra pene —dijo, arqueando una ceja. —¿Qué tiene que ver? —repliqué, más a la defensiva de lo que hubiera querido. —Nada. Estás distinta —dijo. Me encogí de hombros, pero no pude evitar sonreír. El día en la uni pasó como en una nube. No escuché ni el 70% de las clases, aunque por inercia tomé apuntes. Estuve revisando el teléfono cada rato, no para ver si Gerardo escribía (no lo hacía), sino para asegurarme de que la cita era real, que no lo había imaginado. A las cinco y media, me escapé del último seminario. El café de enfrente era uno de esos lugares donde la mitad de la gente no toma café, sólo lo usa de excusa para existir un rato. Gerardo ya estaba ahí, sentado junto a la ventana, con un vaso grande y una laptop abierta. Tenía puesto un hoodie gris y, aunque hacía calor, le quedaba bien. Me acerqué. —¿Vienes mucho aquí? —pregunté, sin ningún talento para la coquetería. Gerardo me miró y sonrió. —Cero. Pero está lindo para platicar. Sonreí, torpe. —¿Y qué hacemos, entonces? —pregunté, mirando la mesa y luego a él. —Lo que quieras —dijo, y apoyó el codo en la mesa, ladeando la cabeza para mirarme mejor—. Puedes decirme si prefieres que vayamos a tu casa, a la mía o si sólo quieres hablar. No hay presión. Estuve a nada de soltar la respuesta tonta de siempre: "Lo que tú digas", pero de nuevo, algo dentro de mí se rebeló. —Podemos ir a tu casa —dije. Y la voz me salió firme —. En mi casa está… mi familia —pensé, por un breve ...
... momento, decir que Diana, mi hermana, pero ni yo misma entendí por qué diría eso. Él asintió. Cerró la laptop y se levantó. El trayecto fue corto. Hablamos de nada. Realmente, yo no conocía a este tipo. Sólo estaba (o creía) estar enamorada de él. La tensión era dulce, más de expectativa que de nervio. Subimos las escaleras hasta su departamento. Me ofreció agua, pero negué con la cabeza. —¿Te molesta si fumo un poco? —preguntó, sacando un paquete de cigarros de la mesa. —Para nada —mentí. Detestaba el cigarro, pero me encantaba la manera en que él se lo ponía en los labios. Gerardo prendió el cigarro, le dio dos caladas y lo apagó en el cenicero. —¿Te incomoda estar aquí? —preguntó, apoyado en la mesa, mirándome fijo. —No —dije—. Estoy bien. —¿De verdad? Porque si sí… —De verdad. Sólo… nunca había hecho esto —admití, y al decirlo, sentí que la piel me ardía. —¿Qué cosa? ¿Ir a casa de alguien o coger con alguien? —dijo, con una calma absoluta. —Las dos. Pero hablaba de lo segundo. Sonrió. —Si te da miedo, podemos sólo ver una peli, o escuchar música, o lo que sea. Me acerqué y le puse una mano en el brazo. Sentí el calor de la piel bajo la tela del hoodie. —No tengo miedo. O sí, pero… bueno, quiero hacerlo. —¿Conmigo? —su voz era suave, y la pregunta no era retórica. —Sí, contigo. Asintió y me besó. El beso fue distinto a todos los que recordaba. Sentí su lengua apenas rozando la mía, las manos en mi cintura, y un calor que ...