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Madurez y juventud, ambas lozanas, ambas deseosas (1)
Fecha: 18/10/2025, Categorías: Infidelidad Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos
-“Hola don Rafa”. -“Hola preciosa, te veo cara de contenta”. -“Y lo estoy, ayer entré en la mayoría de edad y mañana es la ceremonia de finalización del secundario”. -“¿Aprobaste todas, Eugenia?” -“Sí, este año no tengo deudas”. -“Perfecto, te felicito, cuando tengas tiempo me gustaría que pases unos minutos por mi negocio”. Rafael de Anduaga tiene un negocio de lencería, modesto pero con prendas de muy buena calidad, que atiende con la ayuda de una sola empleada; hace cinco años que es viudo y, a sus sesenta años, se conserva lozano y fuerte, producto de una vida ordenada. La niña que saludara es hija de un matrimonio que vive en el piso de arriba, familia con la cual mantiene una cordial y cercana relación desde que llegaron al edificio un par de años atrás. Más de una vez cuando ellos viajan le dejan la llave del departamento al maduro vecino por si se diera alguna emergencia; tampoco es raro que compartan alguna comida y en las fiestas de fin de año el viudo suele ser invitado de honor. Los esposos habían iniciado la cuarentena, lo que indicaba que muy jóvenes habían tenido a la única hija, un calco de la madre, ambas muy lindas dentro de su delgadez. Al día siguiente, luego de la ceremonia de entrega de títulos, padre, madre e hija fueron a la lencería. -“Pero que gusto inmenso, recibir a la familia completa”. La esposa, voz cantante del grupo, respondió. -“El gusto es nuestro Rafa, Eugenia nos contó de tu pedido y decidimos ...
... acompañarla”. -“Me parece bárbaro, vos preciosa, recorré el negocio, meté mano donde quieras y elegí un conjunto que sea de tu gusto”. La voz del padre se escuchó nítidamente. -“Me parece que metí la cabeza en la boca del león”. -“No creo que sea para tanto, Pablo”. -“Seguro que sí, acompañar a dos mujeres a una lencería es un seguro desbalanceo del presupuesto familiar”. Mientras madre e hija evolucionaban por el local mirando, buscando y eligiendo para después decidir, Pablo y yo intercambiábamos algunas frases sentados en dos sillones casi enfrentados; durante una pausa en esta débil comunicación veo a Laura agacharse frente a un exhibidor para mirar el último estante quedando en cuclillas frente a mí, tres metros nos separaban y en esa corta distancia tenía la privilegiada vista de los muslos entreabiertos y, en la unión de ambos, un triángulo de tela celeste con un leve acanalado vertical en el medio. Mientras estaba en ese deleite visual, mordiéndome el labio inferior, al levantar algo los ojos me doy con la mirada seria de quien era observada que, habiendo comprobado a dónde iba dirigida mi deseosa observación, juntó lentamente las rodillas y giró para quedar enfrentada al mueble y, con su llamado, sacarme de esa carnal ensoñación. -“¿Rafa, me mostrás lo que hay en este estante?” Acudí a su llamada y me puse a su lado pero dando frente a los sillones de manera que, si ella giraba para hablar conmigo, quedara de espaldas al marido; poniendo una rodilla ...