La verdad sobre Ester - Relatos Eróticos

La verdad sobre Ester

... la falda, no quiero que nos expulsen del local. —Raquel tomó la falda y se la ciñó a la cintura—. Ahora levántate y vamos a los servicios.

Ambos se levantaron a la vez y se encaminaron hacia los servicios. Pedro entró directamente en el de hombres. Había un par de cubículos y tres urinarios, uno de ellos ocupado. Raquel entró cuando el hombre aún estaba meando.

—Me desnudo ya o en el cubículo, ¿señor? —preguntó la muchacha. El hombre se giró al oírla dejando ver una polla medianeja.

—Entra en el cubículo de minusválidos —respondió Pedro—, así usamos los asideros como percha.

Entraron y Pedro echó el cerrojo. Mientras Raquel se había quitado la falda y estaba sacándose el top por la cabeza. Pedro esperó a que lo colgase, como la falda, en los asideros.

—No voy a tomar aún tu virgo —dijo Pedro—, pero sí tu boca. Arrodíllate y mámamela, a ver hasta dónde llegas. —Se abrió los pantalones y los bajó dejando salir su verga ya semi erecta.

Era algo más larga y bastante más gruesa que la de su padre. Tuvo que esforzarse para dejarla entrar y después, cuando llegó a la garganta, para dejarla pasar esta. Aguantó unos segundos la respiración y la sacó centrándose en el capullo. Volvió a repetir la introducción a fondo tes veces más, durante unos veinte segundos cada vez, para después sacarla casi del todo y centrarse en la zona más sensible. Tenía esta en la boca cuando Pedro descargó abundantemente. Consiguió tragar cuando aún estaba descargando y no se le escapó ...

... nada.

—La mamas como una campeona —elogió Pedro—, aunque debes acostumbrarte a tenerla más tiempo a fondo.

—Perdón, Señor —se disculpó ella—, pero la de mi padre es más pequeña y me ahogaba. Pero si me da la oportunidad de practicar mejoraré.

—Ahora veamos que tal se te da tragar otros líquidos —avisó después de un rato de acariciarle la cara y la cabeza, dejando que se le pusiera otra vez morcillona sin sacarla del todo—. Atenta porque no voy a parar.

No la había limpiado después de la mamada, claro que de hacerlo posiblemente se le hubiese puesto dura porque la chica tenía mucho arte. Hizo fuerza, pues la próstata aún cerraba el conducto urinario y consiguió que un chorro continuo, aunque algo flojo al principio, de orina caliente saliese. Ella tragaba si cerrar del todo los labios, aunque tampoco se retiró, por lo que tenía el emisor dentro de la boca.

—Esto no me gusta demasiado —dijo Pedro tomando un trozo de papel higiénico y seis cortes—, pero las chicas también lo han interiorizado y te lo exigirán. —Se agachó y soltó un pequeño zurullo. Lo envolvió y dejó en el pequeño lavabo—. Antes de lo que te voy a pedir levántate y démonos un ultimo beso—. Ella se levantó en silencio y se dieron un tórrido morreo—. Como entrenamiento —añadió Pedro al dejar el beso—, me harás un beso negro, ¿sabes lo que es? —Raquel asintió con la cabeza—. Pues a ello. Después te lo comerás. —Señaló el zurullo envuelto—. Al menos en su mayor parte. Lo ultimo quiero que lo retengas en ...