-
Zorrita infiel y sumisa (2)
Fecha: 28/10/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Khanine, Fuente: CuentoRelatos
¡Hola a todos!. Os voy a contar una aventura que me sucedió hace un tiempo, a finales de este verano para ser más concreta. Ya sabéis que soy una mujer casada, de 31 años y un poco “casquivana”. Guapa, con un buen cuerpo que no me importa exhibir de vez en cuando. Soy castaña, aunque llevo mechas rubias, uso una talla 100 de suje, tengo un buen culo y cara de viciosa según me dicen algunos. Y en realidad lo soy, porque me gusta mucho el exhibicionismo y la sumisión suave, sin dolor, pero si que me hagan sentir una putona. Me encanta ir en ocasiones sin ropa interior y provocar a los tíos, que me miren las piernas, las tetas… ya sabéis. Sin embargo, mi marido es muy convencional en esto del sexo, muy monótono y aburrido, así que tengo que buscarme la vida. Esto que os voy a contar me ocurrió con su jefe, un hombre de 43 años muy atractivo. Habíamos coincidido alguna vez en alguna comida de empresa y desde el primer día sabía que acabaría follándome porque nada más mirarme me sometía. Y yo creo que él también lo sabía por su forma de comportarse conmigo, de mirarme… es como si supiese lo que me gustaba, mis deseos más íntimos. Un día, con el pretexto de que mi marido tenía que acabar un trabajo para la empresa, nos invitó a su casa de fin de semana en la sierra a pasar un puente. Así mi marido acabaría el trabajo y yo no me quedaría sola. Podría bañarme en la piscina, montar a caballo… Pues bien allá fuimos el viernes por la tarde. Llegamos a cenar y mi sorpresa fue ...
... que había otros dos hombres que eran amigos suyos a quien también había invitado. Cenamos y luego estuvimos tomando una copa, situación que yo aproveché para enseñar mis piernas y… un poquito más. Pedro, que así se llama, y sus amigos, me miraban y me dedicaban sonrisas pícaras, junto a algún pose de manos algo atrevido cuando pasaba a su lado, cosa a la que yo me prestaba gustosa. Enseguida me di cuenta de la situación y me desabroché otro botón de mi blusa para que mirasen a gusto cada vez que me inclinaba a coger algo, cosa que hacía con frecuencia, y también me abría de piernas más de lo que lo hace una esposa decente, con lo que me vieron todo lo que quisieron. Pero esa noche no pasó nada más y nos fuimos a dormir con un calentón que no veáis. La mañana siguiente nos levantamos a desayunar. Miguel, mi marido, tenía que trabajar y se fue a las oficinas que tenían allí. Pedro me dijo: ―¿Quieres bajar a la piscina con nosotros? Le dije que sí. Llegamos y ellos se quedaron en bañador. Por cierto, los tres usaban bañadores ceñidos que les marcaban sus paquetones, de los que no podía quitar el ojo. ―Pedro, le dije, ¿no tienes un biquini para mí?, no me he traído. ―Vaya, me dijo, no tengo, pero puedes quedarte en suje y bragas, me contestó ―Es que son un poco atrevidas, le contesté. ―Bueno, ayer ya te vimos todo lo que nos enseñaste, me dijo, y los tres se rieron a carcajadas, así que te lo podemos volver a ver. Venga, siguió, no te hagas la estrecha ...