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El vuelo de regreso no fue lo único que subió (1)
Fecha: 29/10/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Alma Carrizo, Fuente: CuentoRelatos
Queridos seguidores, ha pasado un tiempo considerable desde mi experiencia con Lucas hasta la vivencia que hoy comparto con ustedes. En lo personal, mi vida no ha cambiado significativamente. A pesar de las conversaciones constantes y varias sesiones de terapia de pareja, mi relación con mi esposo no lograba encontrar un equilibrio, especialmente en el ámbito de la intimidad. Lo sentía distante, siempre ocupado y centrado en su trabajo, con frecuentes viajes que, en ese momento, no comprendía, dado el evidente éxito de su empresa. (Hoy, con perspectiva, entiendo las razones detrás de ello). Aunque mis emociones y mi razonamiento me ayudaron a mantenerme firme y evitar caer en la tentación de la infidelidad, logré superar la mayoría de los desafíos… aunque, debo admitir, no todos. Era una mañana agitada en la oficina. Montañas de papeles, documentos por firmar y carpetas desordenadas ocupaban mi escritorio. Justo cuando intentaba organizar el caos, escuché un suave golpe en la puerta. —Alma, llamada por la línea 2 —anunció mi secretaria, asomándose por la ventana con una sonrisa. —Gracias —respondí, dejando a un lado los papeles antes de tomar el auricular. Al otro lado de la línea, una voz familiar: —Hola, ¿qué tal? —Hola, Alma. Soy Eduardo, de la Empresa NN. Hablamos con tu gerente en la sucursal de Montevideo… —Hizo una pausa breve, como midiendo sus palabras—. Nos interesa saber si podrías viajar a Estados Unidos para concretar los acuerdos ...
... que ya discutimos. Creemos que es un negocio beneficioso para ambos. El entusiasmo en su voz era contagioso, pero miré el desorden de mi escritorio y respiré hondo. —Hola, Eduardo. Claro, me encantaría, pero necesitaría viajar pasado mañana. Tengo algunos pendientes aquí… ¿Crees que sea un problema? —Para nada —respondió con calma—. Tómate tu tiempo. Lo importante es que puedas venir. Una sonrisa de alivio se dibujó en mi rostro. —Perfecto, entonces lo coordinamos. Muchas gracias, Eduardo. —Igualmente. Que tengas un lindo día. Colgué, miré por la ventana y dejé escapar un suspiro. El viaje prometía… pero antes, esos malditos papeles no se iban a ordenar solos. La noticia del viaje me llenaba de orgullo, no solo por el negocio en sí, sino por lo que representaba. Esta empresa la había construido yo, a puro pulmón, como decimos aquí en Argentina. Mi padre siempre quiso darme todo en bandeja: contactos, capital, incluso un puesto directivo en una de sus filiales. Pero yo necesitaba probarme a mí misma, forjar mi propio nombre lejos de su sombra. Ahora, cada contrato firmado, cada viaje de negocios, era un triunfo personal. Aunque no todo era tan sencillo. El viaje sería largo —probablemente una semana en Estados Unidos—, y la idea de alejarme de mi familia me encogía el corazón. No entendía cómo el padre de mis hijos podía viajar tanto sin que el hogar le pesara. A él parecía no afectarle; a mí, en cambio, cada despedida se me hacía un nudo en la ...