1. Urgencias domésticas: setenta y húmeda


    Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    Me llamo Ida y tengo setenta años.
    
    Vale, setenta y uno, pero mira, a estas alturas del partido mentir sobre un año es como mentir sobre si el café descafeinado es café de verdad: una mentira que no hace daño a nadie. El pelo, por cierto, es blanco absoluto, una cortesía de Gretchen, mi peluquera de toda la vida, no de la naturaleza, que desde los cincuenta decidió que yo tenía que ser gris ratón sin consultarme.
    
    Estoy aquí en Mallorca haciendo de celestina involuntaria en la aventura inmobiliaria de Frieda, que ha resultado tener más química que un laboratorio de Breaking Bad. Y oye, que yo desde el primer momento sabía que entre ella y su nieto Udo iba a pasar algo gordo. Desde que el chaval se bajó del taxi con unos shorts que dejaban menos a la imaginación que un catálogo de Intimissimi, pensé: «Aquí va a haber tela que cortar». Ella ya os contó su historia enhttps://todorelatos.com/relato/239308/
    
    Que no soy tonta, ¿eh? Setenta años dando vueltas por este mundo, treinta enseñando italiano a universitarios con las hormonas revolucionadas, y reconozco la tensión sexual hasta con los ojos cerrados. Y madre mía, la que había entre esos dos cortaba el aire. Era como estar en una sauna erótica, pero con ropa.
    
    Por eso decidí convertirme en la tercera rueda más ausente de la historia. Salidas nocturnas estratégicas, excursiones culturales improvisadas, cualquier excusa para dejarlos solos. Porque cuando dos personas se desean tanto que el aire chisporrotea a su ...
    ... alrededor, lo mejor que puede hacer una amiga es coger la puerta y largarse discretamente.
    
    Además, yo tenía mis propias distracciones.
    
    Tomeu llegó esta mañana en una furgoneta blanca que parecía haber librado la Guerra Civil, las dos Guerras Mundiales y quizá un apocalipsis zombie. El motor tosía como mi cuñado después de cuarenta años fumando dos paquetes diarios, y cuando se detuvo frente a la casa, dejó una nube de humo negro que habría hecho llorar de envidia al Vesubio.
    
    Pero cuando el conductor bajó...
    
    «¡Virgen Santa!», pensé, ajustándome las gafas de sol para confirmar que no eran alucinaciones de señora mayor. «¿Esto es un fontanero o me han mandado a un semidiós griego con mono de trabajo?»
    
    Veintiséis años. Alto, moreno, con ese bronceado que solo se consigue trabajando bajo el sol mallorquín. Brazos que se marcaban bajo la camiseta de trabajo cada vez que levantaba sus herramientas, y una sonrisa que podría derretir hasta las tuberías más oxidadas.
    
    —Uep! Com anam?—saludó, acercándose a la terraza donde yo fingía leer una novela rosa mientras Frieda y Udo desayunaban en su burbuja de tensión sexual no resuelta—.Soc en Tomeu, es fontaner. Venc per sa qüestió de s'aigua calenta.
    
    —Buon giorno! —respondí alegremente, porque estaba de buen humor y me apetecía jugar un poco.
    
    —Ah, perdón —se apresuró a decir en castellano, con un ligero rubor—. Buenos días, señora. Soy Tomeu, el fontanero. Vengo por el tema del agua caliente.
    
    Me eché a reír como una ...
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