1. Urgencias domésticas: setenta y húmeda


    Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    ... colegiala. Dios mío, cómo me gustaba ese acento mallorquín al hablar castellano. Tenía esa musicalidad que me recordaba por qué había venido a vivir a las islas en los setenta, cuando era joven y el mundo estaba lleno de posibilidades.
    
    —Tranquilo, cariño —dije, guiñándole un ojo—. Solo estaba bromeando. Entiendo perfectamente el catalán. Y el castellano. Y el italiano. Y probablemente tu lenguaje corporal también.
    
    El chico sonrió entonces, una sonrisa que podría haber derretido hasta las tuberías más oxidadas de la casa.
    
    —¡Perfecto! —añadí, levantándome con más entusiasmo del necesario—. Justo lo que necesitábamos. Un hombre que sabe manejar... las tuberías.
    
    Frieda me lanzó una mirada que decía claramente «contrólate, Ida, que estás haciendo el ridículo», pero yo fingí no verla mientras me hacía la sorda. A mi edad, cuando aparece un chico guapo con herramientas y músculos, una tiene derecho a apreciarlo sin disculpas.
    
    —El calentador está en el sótano —le expliqué, guiándolo por la casa—. Ha estado dando problemas desde la tormenta de anteayer.
    
    —A ti me da la impresión de que no te hace falta ningún calentador —murmuró en alemán Frieda por lo bajo, con una sonrisita que no me gustó nada.
    
    —¿Perdona? —repliqué, haciéndome la ofendida mientras seguía caminando hacia las escaleras.
    
    —Nada, nada —respondió, pero la muy cabrona seguía sonriendo.
    
    Mientras bajábamos las escaleras, no pude evitar notar cómo sus vaqueros se ajustaban a un trasero que ...
    ... claramente hacía ejercicio fuera del trabajo. «Ida Müller», me regañé, «tienes edad para ser su abuela». Pero inmediatamente me corregí: «¿Y qué? Los ojos no tienen edad, y este panorama está para contemplarlo».
    
    El sótano estaba húmedo y algo oscuro, iluminado solo por una bombilla desnuda que colgaba del techo. Tomeu inspeccionó el calentador con esa concentración profesional que tienen los hombres cuando están en su elemento.
    
    —Quin cristo!!!—murmuró, agachándose para examinar las conexiones—. Esto está más jodido de lo que pensaba.
    
    La forma en que se agachó, con la camiseta alzándose ligeramente y mostrando un trozo de espalda bronceada, me hizo tragar saliva involuntariamente.
    
    —¿Cómo de jodido? —pregunté, acercándome más de lo necesario.
    
    —Bueno... —se incorporó, pasándose una mano por el pelo—. Voy a necesitar piezas nuevas. Y tiempo. Probablemente esté aquí... varias horas.
    
    «Varias horas.» Las palabras resonaron en mi cabeza como una promesa divina.
    
    —No hay problema —dije, sonriendo con toda la inocencia que pude fingir—. Yo estaré aquí sola la mayor parte del día. Frieda y su nieto han ido a explorar Palma.
    
    —¿Sola? —preguntó, y juraría que detecté un matiz diferente en su voz.
    
    —Completamente sola —confirmé—. Una mujer mayor en una casa vacía... nunca se sabe qué tipo de... emergencias pueden surgir.
    
    Tomeu me miró con esos ojos oscuros que parecían estar evaluando algo más que el estado de las tuberías.
    
    —Bueno —dijo finalmente, con una sonrisita ...
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