1. Urgencias domésticas: setenta y húmeda


    Fecha: 01/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    ... del nerviosismo anterior. Solo pasión pura y hambre mutua, una necesidad visceral que nos había estado carcomiendo desde aquel primer encuentro en la cocina. Sus labios se movían contra los míos con una urgencia desesperada, como si hubiera estado esperando este momento toda su vida.
    
    —Dios —murmuró contra mi boca—. Eres increíble.
    
    —¿Solo increíble? —pregunté, mordisqueando su labio inferior—. Cariño, aún no has visto nada.
    
    Mis manos se deslizaron por su pecho, sintiendo los músculos tensos bajo la camiseta sudada. Era como tocar una estatua griega, pero cálida y viva y completamente mía para explorar.
    
    —Ida... —gimió cuando mis dedos encontraron sus pezones a través de la tela.
    
    —¿Sí?
    
    —No sé si debería...
    
    —¿Deberías qué? —interrumpí, presionando mi cuerpo contra el suyo—. ¿Disfrutar? ¿Sentir? ¿Vivir?
    
    —Es que tú eres... yo soy...
    
    —Cállate —ordené, y lo besé hasta que se olvidó de todas sus objeciones.
    
    Cuando nos separamos, ambos estábamos jadeando.
    
    —¿Sabes qué? —dije, tomando su mano—. Aquí abajo hace calor. ¿Por qué no subimos?
    
    No esperé su respuesta. Lo guié escaleras arriba, consciente de que estaba cruzando una línea de la que no habría vuelta atrás. Pero a los setenta años, las líneas eran para los jóvenes indecisos.
    
    En el salón, me volví hacia él y comencé a desabotonar su camisa con una determinación que claramente lo sorprendió.
    
    —Ida, ¿estás segura?
    
    —Cariño —dije, empujando la camisa fuera de sus hombros—, llevo setenta ...
    ... años tomando decisiones. Esta es una de las mejores que he tomado.
    
    Su torso desnudo era aún más impresionante bajo la luz natural. Músculos definidos, piel dorada, ese rastro de vello que desaparecía tentadoramente bajo su cintura.
    
    —Mi turno —murmuró, alcanzando la cremallera de mi vestido.
    
    —Adelante —susurré—. Pero te advierto: a mi edad, lo que ves es lo que hay. Sin trucos, sin artificios.
    
    —Mejor —respondió, deslizando lentamente la cremallera—. Prefiero la autenticidad.
    
    El vestido cayó al suelo, y me quedé ahí únicamente con unas braguitas, una mujer de setenta años bajo la mirada apreciativa de un hombre de veintiséis. Sus ojos recorrieron mi cuerpo lentamente, sin perderse ni un detalle, como si estuviera memorizando cada curva, cada línea. Luego extendió la mano y me acarició la mejilla con una ternura que me quitó el aliento, antes de deslizar los dedos lentamente por mi cuello, la clavícula, y el hombro, despertando cada terminación nerviosa a su paso.
    
    Debería haberme sentido cohibida, pero la forma en que me miraba... como si fuera la mujer más hermosa del mundo... me hizo sentir como una diosa. Y cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, sentí un cosquilleo travieso entre las piernas que me recordó que mi cuerpo aún sabía perfectamente cómo reaccionar ante un hombre deseable.
    
    —Dios mío —exhaló—. Eres... eres perfecta.
    
    —Cariño —reí, alcanzando el botón de sus vaqueros—, aún no has visto nada.
    
    Desabroché lentamente sus vaqueros, ...
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