1. LNE (3). Unicornios en modo combate


    Fecha: 08/11/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: Schizoid, Fuente: TodoRelatos

    ... sonaba suave, como si le costara lanzarse.
    
    César probó la empanada con la incertidumbre de quien espera que algo sano sea , en el mejor de los casos, insípido. Y efectivamente, sabía horrible.
    
    —Sorprendentemente buena. Como tú —dijo, sin pensar.
    
    Marian se sonrojó. Él no lo notó.
    
    —¿Eh?
    
    —La empanada. Sorprendente. Y buena. Lo de “como tú” era una broma. O no. No sé. ¿Tienes agua?
    
    Marian le ofreció la botella con la delicadeza de quien ofrece una llave maestra. César bebió con torpeza, manchándose la barbilla, porque a veces la gravedad le traicionaba más que la vida. En unaaniobea insidiosa, Sergio le atacó con la espada a traición, y ambos mantuvieron un duelo a muerte por gobernar el parque que término ganando el verdín de los pantalones.
    
    —Eres distinto con tu hijo —dijo ella, observándolo.
    
    —¿Distinto de qué?
    
    —De como pareces en el grupo de WhatsApp o en las reuniones. Allí eres como... un adolescente con acceso a stickers peligrosos. O cuando estás solo, que pareces un canallita impenitente. Pero aquí, ahora, en persona, pareces... humano.
    
    —Guau. Me halagas como nadie.
    
    Ella rio.
    
    Después de merendar, los niños corrieron a jugar juntos, una como princesa guerrera y otro como príncipe desconcertado al haber perdido su espada. A lo lejos, una pelota salió volando y golpeó a un ciclista que exclamó un “¡madre mía!” digno de meme.
    
    —Marian, ¿te puedo preguntar algo? —dijo, bajando la voz.
    
    —Claro.
    
    —¿Por qué me has invitado? Estoy un poco ...
    ... desubicado, no suelo tener planes… de padre.
    
    Ella lo miró. Dudó. Luego sonrió.
    
    —Porque me gustas. Aunque no parezcas darte cuenta. O parezcas no saber qué hacer con eso.
    
    Él se quedó callado. Su hijo llegó en ese momento gritando “¡hay un caracol gigante!” y le puso una hoja con barro en la mano.
    
    —Mira, un dragón bebé.
    
    —Ajá... —dijo César, aturdido, con barro en la palma y confusión en la cara.
    
    Marian solo rio.
    
    —No hace falta que digas nada. Eres un hombre con buena piel, encanto desordenado y el carisma de alguien que no tiene ni idea de que lo tiene. Y follas bien.
    
    —¿Y eso es... bueno?
    
    —Es divertido. Por ahora, me basta.
    
    Le miró con expresión pícara.
    
    -Luego voy a dejar a Abril con sus abuelos. ¿Tienes algún plan?
    
    ***
    
    Marisa estaba acostumbrada a sentirse nerviosa con su cuerpo. No podía evitar sentirse un poco acomplejada por su trasero amplio, sus caderas demasiado anchas, sus pechos que, aunque grandes y redondos, cedían ya a la fuerza de la gravedad, y su piel muy blanca había perdido algo de tersura al irse acercando a la cuarentena.
    
    Pero sabía que César la miraba.
    
    Llevaba toda la día haciéndolo, con el disimulo torpe marca de la casa. Mientras jugaba con los niños, mientras charlaban, mientras compartían la merienda. Y a veces le descubría esbozando esa sonrisa de medio lado que le arrancaba un escalofrío por la espalda.
    
    Y allí estaban otra vez, en su piso, sentados en el mismo viejo sofá.
    
    —¿Quieres un poco más de vino? ...
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