1. LNE (3). Unicornios en modo combate


    Fecha: 08/11/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: Schizoid, Fuente: TodoRelatos

    ... dispuesto a admitir. Con gesto desenvuelto la fue girando, dirigiendo, hasta colocarla a cuatro patas en el sofá, frente a él. Su culo, muy blanco, redondo, grande, le pareció un manjar. Se inclinó para besarle la espalda baja, adorándola con una delicadeza que contrastaba con la tensión en sus propios músculos. Ella tembló, entre el placer anticipado y una punzada de aprehensión deliciosa.
    
    Amasó sus nalgas antes de abrirlas, antes de volver a derramar lubricante justo sobre su ano, tan cerrado como el último día, enrojecido, infinitesimal, un asterisco en miniatura en un culazo mayestático. Esparció con paciencia el fluido transparente, con la meticulosidad de quien pinta un lienzo, con caricias lentas, húmedas, pacientes. Como si su objetivo no fuera el cuerpo, sino la rendición total de la voluntad. Cada roce, cada suspiro, cada gota de sudor la preparaba. El mundo se redujo a los centímetros entre sus cuerpos, al roce tibio, al susurro de su respiración en su oído. Los dedos de él exploraron suavemente, dibujando círculos cerca de su ano, bien fruncido, apenas rozándolo. Marian se estremeció.
    
    —Respira —le susurró César al oído, acariciándo de forma repentina si coño, su clítoris, distrayendo lamente de Marian de las contradictorias sensaciones de su culo. Sin dejar de jugar con sensible pliegue de carne, por detrás presionó lo justo, lubricando su culo también por dentro, empapando cada rincón de crema viscosa. Marian apretó los ojos. No era dolor… aún no. Solo una ...
    ... presión extraña. Intensa.
    
    Cuando por fin empezó a avanzar primero con un dedo, y después con dos, Marisa cerró los ojos. La sensación era extraña. Íntima. Un calor nuevo, un ardor lento que quemaba y excitaba a partes iguales. Era invasivo, sí, pero también electrizante. Un filo que cortaba entre el dolor y el placer, como una cuerda tensa a punto de vibrar. Poco a poco, los dedos de César se fueron hundiendo, lentos, medidos. Ella tensaba los músculos, pero él sabía cómo tocarla, cómo calmarla, cómo mantenerla abierta en cuerpo y mente al mismo tiempo. La otra mano jugaba entre sus muslos, acariciando, estimulando, equilibrando la tensión con placer en su coño, empapado pero algo rígido, en su clítoris, hinchado y dócil.
    
    Ella cerró los ojos. Su corazón latía con fuerza. La sensación era distinta, incómoda, no del todo dolorosa, pero sí extraña. Su cuerpo reaccionaba con una mezcla de resistencia y anticipación.
    
    —Es como… como si me quemara desde dentro —dijo, entre jadeos suaves—. No mal, pero... intenso.
    
    —¿Sigo? —preguntó él, deteniéndose apenas, moviendo sus dedos en círculos muy despacio, como ensanchando el espacio, como haciéndose sitio.
    
    —Sí.. Pero espera un poco.... Déjame respirar contigo…
    
    Respiraron juntos. Marisa aflojó los puños, dejó de tensar la mandíbula. Poco a poco, su cuerpo fue cediendo. No al dolor, que persistía, sino al deseo que crecía debajo de todo lo demás.
    
    Cuando llegó el momento, él se colocó con cuidado, colocándola con calma, ...
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