1. Mi hermano, yo y un verano fabuloso


    Fecha: 13/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Jegac, Fuente: CuentoRelatos

    ... bamboleante y por delante una mano agarrotada dentro de mi receptáculo sexual. Dios, qué afrenta! Y me dirigí rauda al bidet. Abrí el agua del mono mando al máximo y me enjuagué, eliminando todo el jabón que me recubría. No cesaba de recriminar mi estúpida situación. Cogí una toallita para secarme e irritada, llamé a Albert para que “pegase su inoportuna meadita”. Tras ponerme la falda, apareció y, a pesar de ser un cara, se le veía bastante cortado. Entró y se dirigió al lavabo. Yo me fui hacia la puerta, la abrí y, de pronto, un flash cruzó mi mente. Si mi hermano sabía que yo tenía un vicio en el cuerpo (mi secreto mejor guardado hasta aquel momento).
    
    Por qué no compartirlo? Albert, al oír el ruido de la puerta al cerrarse, se puso a orinar, y yo, descalza como estaba, me volví hacia atrás, sin hacer ruido, cogí la toalla con la que me había secado, que estaba tras de sus pies y, al ver que se la sacudía, tras su último chorrito, me acerqué a él. Se cortó nuevamente e intentó infructuosamente esconder su gran tesoro. Fue inútil, ya que yo, más rápida se lo agarré con una mano y con la otra, toalla en ristre, terminé de secárselo. Tiré de la cadena de la cisterna, bajé la tapa y me senté sobre ella al tiempo que introducía su miembro en mi boca y me alzaba la falda, metiéndome la mano nuevamente allí.
    
    Dios, qué miembrazo tenía mi hermano, que suave y dulce era eso de chuparla! Era suave como la piel de un melocotón y su sabor… ah, es algo inexplicable. Él intentaba ...
    ... escabullirse, pero yo, con mi mano libre, le apretaba su culo, su macizo culo hacia mí. Su sexo no se ponía a tono del todo, cosa que atribuí al lógico corte que, al haber luz en el baño, le daba. Razoné que la oscuridad sería mejor, así que le agarré del miembro y le conduje hacia su habitación. Le empujé sobre su cama, terminé de sacarle el pantalón, sus Nautics y su camiseta. Volví a la tarea.
    
    Su aparato entró nuevamente en mi boca. Estaba fláccido y entraba totalmente en ella. Yo le pasaba la lengua por el glande, lo succionaba y, con la punta de la lengua, le acariciaba el agujerito de la punta, pero nada, él no reaccionaba. No era yo persona que se echase atrás con facilidad. Insistí e insistí, pensando que más tarde o más temprano la pasaría la vergüenza de hacerlo con su hermana y saldría de dentro de él el hombre que había dentro.
    
    Al cabo de unos instantes, dejó de empujar mis hombros y le supuse resignado a montárselo conmigo. Sus manos fueron a parar bajo su nuca y le oí suspirar. Aquello funcionaba, o así creía yo, ya que al cabo de unos instantes, su brazo izquierdo se deslizó hacía mí. Tras pegar una sonora palmada en mis nalgas, de un brusco golpe arrancó la cadena que colgaba de su cuello, dejándola caer al suelo mientras asía la llavecita que pendía de ella. Yo conocía esta llave. Era la de una cajita de caudales verde, en la que él iba metiendo sus escasos ahorros durante el año para, en verano, correrse sus buenas juergas.
    
    Abrió con la misma mano el ...
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