1. DINERO


    Fecha: 11/02/2019, Categorías: Infidelidad Autor: dulces.placeres, Fuente: SexoSinTabues

    ... pero era poco y nada. Don Enrique, era el dueño de la empresa donde mi esposo se había accidentado, y tal vez por un tema de remordimiento y compasión nos visitaba cada tanto, para dejarle algunos trabajos administrativos que Atilio podía hacer desde casa y a cambio nos dejaba algunos pesos. Este señor, tenía más de sesenta años, luego de tantas visitas había una afinidad entre ambos y se quedaban unas horas hablando de todo un poco. A mí me ponía bastante nerviosa, porque a pesar de ser bastante rellenita tengo una cola un tanto llamativa, y siempre sentía los ojos del viejo clavados en mi cuerpo, con mirada lasciva. Una tarde, cuando la confianza era más que suficiente, estábamos en la cocina, sentados los tres, y palabras van palabras vienen se dio el siguiente diálogo: - Es así mi amigo Atilio, todas las mujeres son prostitutas, todas tienen su precio - No don Enrique, no todas, no coincido - Todas, Atilio, todas… pesos más, pesos menos, todas corren tras el dinero - No, no, mi esposa por ejemplo, ella jamás lo haría… Lo miré a Atilio con un dejo de protesta, por qué diablos tenía que meterme en la conversación, los ojos del viejo se clavaron en mí, no le gustaban los desafíos, sacó su billetera y poniendo unos billetes sobre la mesa preguntó: - María, este dinero será tuyo si me pegas una buena mamada - Por quién me toma? Yo no soy así… Metió la mano en la billetera y tiró unos billetes más sobre la mesa - Y ahora? - No! dije que no! puede poner todos los billetes que ...
    ... quiera… El viejo insistió, un par de veces, Atilio y yo nos mirábamos ya con dudas, realmente era demasiado, cuanta falta nos hacía, pero no quería dar el brazo a torcer. Al fin don Enrique pareció cansarse y dijo al tiempo que tomaba el dinero - Bueno, parece que ustedes ganan… Pero Atilio apuró apoyando la base del bastón antes que el viejo pudiera recogerlo - Está bien, usted gana… Nos miramos con complicidad, sabiendo porque lo hacíamos, conduje al anciano al dormitorio mientras Atilio encendía el televisor para aislarse de la situación Desabroché los pantalones, bajé el cierre y palpé su bulto, realmente estaba desesperada por chupar una buena verga, y don Enrique sí que tenía una buena verga… Se sentó sobre la cama y yo me arrodillé en el piso, entre sus piernas, su pija fina pero larga, extremadamente blanca, la llevé a mi boca, se la lamí, una y otra vez, que bien se sentía! No me importaba que fuera un anciano, hacía tiempo que había olvidado lo que era un hombre. Sentí su sabor, la acaricié, la admiré, aprecié sus largos y caídos testículos, había pasado media hora, la pija del viejo no terminaba de ponerse dura, es más, ni siguiera amagaba con hacerlo y comencé a cansarme, evidentemente había perdido la gracia del principio y solo buscaba que esto se terminara. Don Enrique percibiendo la situación me apartó con cariño y me dijo: - Listo querida, ves? Sos tan puta como cualquiera, solo quería probarlo… Esa jornada fue la puerta para que las cosas cambiaran, al tiempo ...