1. El círculo. Cap.37. La calma que es guerra


    Fecha: 20/11/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos

    Oficina de campaña de Damián. Amanecía. La Ciudad de México se desperezaba con desgano, envuelta en un gris sucio que se colaba entre las persianas metálicas. La luz era tenue, espectral, como si el día no quisiera del todo instalarse.
    
    Una televisión sin volumen proyectaba en loop un video tembloroso: Serrano, con el pantalón a medio muslo, tambaleándose en lo que parecía un estacionamiento subterráneo. El personaje del video no era un político, era una caricatura. Y eso dolía más. No la humillación... sino el fracaso del intento.
    
    Damián estaba sentado a la cabecera de la mesa larga. Su palma izquierda tapaba parcialmente su boca. Llevaba una camisa blanca sin corbata, arrugada. No había dormido. Frente a él, sus operadores revisaban celulares, dashboards, métricas. La pantalla cambió. Ahora mostraba memes. Serrano como sticker, como trend, como burla nacional.
    
    Uno de los asesores más jóvenes se atrevió a hablar.
    
    —La narrativa no cuajó, jefe. En redes lo hicieron comedia... y los medios bajaron el tono. Reforma lo metió en interiores. Ni encabezado. En radio dijeron que no hay pruebas claras de que sea él...
    
    Nadie lo interrumpió. Ni siquiera cuando su voz se quebró.
    
    Damián no dijo nada. Se inclinó hacia su libreta Moleskine y escribió con una pluma negra Montblanc. Trazos breves, decididos. Luego levantó la vista. Sus ojos estaban vacíos, clínicos, quirúrgicos.
    
    —¿Quién tuvo acceso al video original? —preguntó, sin emoción.
    
    Hubo un silencio tenso. Una ...
    ... mujer al fondo —probablemente Andrea, la de estrategia digital— respondió con cautela:
    
    —Yo lo compartí con el equipo de virales. Lo editaron rápido. Subtítulos, música... se mandó al grupo seguro. A los veinte de confianza. A influencers. A nuestra red de medios.
    
    Damián cerró la libreta con un gesto seco.
    
    —¿Y no les pareció curioso —dijo, lento, mascando cada palabra— que los mismos influencers que destrozaron a Abril con los sobres... hoy no tocaran esto? ¿Ni uno?
    
    El silencio se volvió espeso. Pesado. Todos lo sabían. Había algo más. Una fuerza sorda operando desde adentro, borrando sus huellas.
    
    Damián se recargó en la silla. Miró el techo. Respiró hondo. Luego el reloj. 6:44 a.m.
    
    —Quiero ver a Abril —dijo sin mirar a nadie.
    
    Su asistente, sentada en el rincón con la laptop, se sobresaltó. Sacó su celular. Marcó. No obtuvo respuesta. Volvió a marcar. Dudó.
    
    —Apenas amanece, licenciado. Tal vez sigue dormida...
    
    —Despiértala. Que venga ahora. O voy yo.
    
    La frase cayó como una lápida. Nadie se atrevió a comentar. Damián se puso de pie y caminó hacia el ventanal que daba al Periférico. El amanecer era lento, congestionado, sucio. Autos detenidos en los primeros nudos de tráfico.
    
    Sacó otro cuaderno. Uno más antiguo. Forrado en tela negra. Lo abrió. Pasó varias hojas hasta detenerse en un nombre subrayado en rojo: APRILIA.
    
    Se quedó observándolo. Durante unos segundos, sus labios se movieron, repitiéndolo en silencio. Como si fuera un conjuro. O un ...
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