1. El círculo. Cap.37. La calma que es guerra


    Fecha: 20/11/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos

    ... acertijo antiguo.
    
    —Nos están frenando desde adentro —dijo de espaldas.
    
    Uno de los operadores tragó saliva.
    
    —¿Y si fue el mismo Serrano quien filtró el video primero? ¿Para inmunizarse? ¿Y burlarse?
    
    Damián esbozó una sonrisa. Apenas una curva triste en los labios.
    
    —Sería inteligente. Pero no es su estilo.
    
    Se dio la vuelta y miró al grupo sin verlos realmente.
    
    —Pero sí sería el estilo de alguien que quiere que yo crea eso.
    
    Nadie respiró.
    
    —Hoy vamos a cambiar la vía. Silenciosa. Sin redes. Sin filtraciones.
    
    Caminó hasta el pizarrón blanco. Borró con la manga un apellido. Y escribió otro. Con fuerza. Con rencor.
    
    Nadie logró descifrarlo. El trazo era sucio, rápido, lleno de rabia contenida. Como si no hubiera usado tinta, sino sangre seca.
    
    Y entonces, dijo algo que descolocó a todos.
    
    —Después de Abril, quiero ver a Maya, a solas.
    
    Volvió a sentarse. Como si nada. Pero todos lo sintieron: la calma que lo rodeaba no era paz. Era guerra, aún en reposo. Y alguien del propio Círculo ya había elegido otro bando.
    
    __
    
    Senado de la República. Oficina de la senadora Abril Barduján. 7:38 a.m.
    
    La luz entraba oblicua, cansada, a través del ventanal cubierto de polvo. Afuera, la ciudad comenzaba a retumbar con el caos habitual, pero adentro, el silencio era más denso que el concreto. No había asistentes. No había café caliente. Solo el murmullo apagado del aire acondicionado, y el zumbido débil de una laptop encendida sobre el ...
    ... escritorio.
    
    Abril estaba sentada en el sillón de piel, con una manta sobre las piernas y un cuaderno abierto entre las manos. Su silueta había cambiado: el rostro más redondo, los hombros caídos, la ropa holgada y pesada que ya no parecía elegante sino defensiva, protectora. Llevaba un suéter de lana amplio, azul marino, y una blusa blanca que se arrugaba sobre el abdomen. De vez en cuando se llevaba una mano al vientre, como sin querer, como si algo palpitara allí dentro, en silencio.
    
    Lo había sentido desde la noche anterior. Él vendría.
    
    Y lo hizo.
    
    Damián apareció sin avisar. Entró con paso firme, pero sin prisa. Nadie lo anunció. Nadie se atrevió a detenerlo. Llevaba el saco en la mano, como si se lo hubiera arrancado en el elevador, y los ojos inyectados, pero secos. No dijo “buenos días”. Ni siquiera saludó. Cerró la puerta con cuidado, como si el golpe lo diera después con palabras.
    
    —Así que era cierto —dijo, de pie, mirándola como si la viera por primera vez.
    
    Abril no levantó la mirada de su cuaderno. Solo pasó la hoja con lentitud. Como si él no estuviera ahí.
    
    —¿Qué era cierto? —preguntó con voz baja, tranquila.
    
    —Que estás cuidándolo —espetó Damián—. Que estás cubriendo a Serrano.
    
    Abril soltó una risa breve, casi un suspiro.
    
    —No seas infantil.
    
    —Te protegiste a ti misma. A tu posición. A tu gente. Y lo salvaste a él.
    
    —¿A ti te interesa la verdad? —le cortó, alzando la vista por fin— ¿O solo te importa ganar?
    
    Damián se acercó un par de pasos. Los ojos ...
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