1. Los apuntes


    Fecha: 24/11/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Esquiva, Fuente: CuentoRelatos

    ... resto de la gente de la cuartería, no tengo ningún pariente a quien enfermar, o matar llegado el caso…
    
    —No… por supuesto yo…
    
    —Mira, ¿te parece que veamos una peli y después comemos algo?
    
    —Sí, claro, pero voy a cambiarme y…
    
    —Ven conmigo.
    
    Salimos al parqueo de la universidad y Morelia abre la puerta de un Skoda Octavia azul. Estoy aterrada. Me llevará a casa y verá que vivo en un sector marginal, seguramente creerá que vendo droga en ese barrio para pagarme la universidad, o que tal vez soy prostituta y…
    
    —¿Hay café en tu casa?
    
    —Sí, claro.
    
    Hago de tripas corazón y me propongo actuar con toda la naturalidad que me es posible mientras Morelia maneja con destreza. Se estaciona a la entrada de la cuartería para no molestar a los niños que juegan al básquet en medio del callejón. Una bachata atruena el aire. Enciendo el calentadorcito y pongo el café mientras Moelia se sienta en mi cama. Estoy transpirada pero es de la tensión. La dejo leyendo el diario y como, gracias a Dios, a Alá, a Manitú, a Ketzalcoatl, a Júpiter y queseyoquién más hay agua, me doy una ducha al cubo.
    
    Al volver al cuarto Morelia ya ha colado el café. Morelia evita mirarme mientras me seco y me visto. Me pongo un conjunto de interiores blancos, una falda azul, una blusa rosada con estampados geométricos negros y morados, sandalias negras y aprisiono mis rizos renegridos con dos enormes hebillas rojas en forma de soles.
    
    —Oye, tu esmalte sí está muy chulo, déjame usarlo —pide ...
    ... Morelia.
    
    —Muchacha, estás en tu casa.
    
    Iba a pasarme solamente brillo en los labios, pero finalmente decido maquillarme, me los pinto, me pinto las uñas, me pongo la loción barata que compré en el supermercado de a la vuelta y bebo mi café ya tibio. Felizmente el aire acondicionado del auto de Morelia deja afuera al calor. La radio deja oír una canción de Laura Paussini. Me relajo. Morelia vio cómo vivo y no salió huyendo.
    
    La película de Tarantino tiene demasiada sangre, como siempre. Vamos después a un restaurante cerca del malecón. Una orquesta toca música vieja. Ella tararea un momento Vereda tropical y la miro asombrada. Está como más suelta. Me mira directo a los ojos y su mirada es tan bondadosa que me impacta. De todas maneras no abandono mi rostro de piedra. Por las dudas.
    
    La cena transcurre con un breve intercambio de historias personales, preguntas concretas, dónde naciste, cómo te haces para estudiar en esa universidad. Digo mentiras. No me sale contarle que el que envía el dinero para pagarme la universidad es en realidad mi padre, al que no veo desde hace más de doce años y que en él odio a todos los hombres por igual. Invento una media beca.
    
    —Debe ser difícil para ti, por favor, no te ofendas, lo digo de corazón.
    
    Brindamos con vino blanco mientras comemos mariscos, y después un postre helado que es una delicia. Morelia ríe. Está feliz, como si apenas hubiera terminado de rendir Historia del Arte. No te entusiasmes, muchacha, que lo de filosofía es más ...
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