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Los apuntes
Fecha: 24/11/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Esquiva, Fuente: CuentoRelatos
... sabes que trabajo en una pizzería? —Te vi una vez ahí, pero tú no me viste —dice y se sonroja como una niña que estuviera confesando una falta. —¿Y a qué hora sales? Pienso un poco antes de responder. Me preocupa de dónde sacaré fuerzas para limpiar esa cocina, los pisos, lavar toda esa vajilla. —Creo que a las seis y media ¿por qué? —Tal vez deberíamos festejar esto ¿tú crees? —Hmm, pero hoy no, creo que voy a llegar arrastrada a mi casa, apenas con fuerzas para dormir. —Mira… festejemos el viernes entonces, vayamos al cine, comemos pizza y… Mi mirada de hielo debe de haberla detenido. Se volvió a sonrojar. —Me parece que te entiendo, —dijo— imagino que debes odiar la pizza. Esa noche dormí de un tirón hasta el otro día. Limpié mi cuarto, compré más galletas, más arroz y fideos. Renové las baterías de mi radio y me volví a dormir hasta la hora de ir a trabajar. Al regresar estudié hasta las dos de la madrugada y me dormí hasta las nueve de la mañana. La universidad es un colmenar. El comentario de los exámenes, de las increíbles respuestas de algunas de las reprobadas desata largas carcajadas en los grupos. De pronto se me acerca una de las muchachas. Me mira con respeto, como si yo hubiera ganado un premio o algo así. —Mira, me dijeron que hiciste que Morelia aprobara Historia del Arte, muchacha, eso sí que es una hazaña. —Yo no la aprobé. Fue la profesora. —Mira, si ella perdía otra vez la materia su madre se la llevaba de vuelta a ...
... España. Morelia fuera capaz de suicidarse para no regresar. Ante mi mirada de sorpresa la muchacha suelta su rollo. —Mira, la madre de Morelia es una vieja tirana. Tiene cuartos. Aceptó que Morelia viniera a estudiar a Dominicana porque estaba convencida de que ella fracasaría y se tendría que volver a Madrid, ya tú sabes, con el rabo entre las piernas, pero ahora, cuando la vieja sepa que aprobó y que seguramente tomará cursos de verano, óyeme, me gustaría ver la cara de esa jodida vieja. En ese momento llega Morelia, viste una falda negra y una blusa blanca, sandalias blancas y un reloj deportivo que le sientan muy bien. Trae una carpeta negra y un bolso de tela. Todas la reciben con una bulla de aprobación y ella sonríe, pero se pone colorada como un tomate. La clase de repaso es ligera, el tiempo se pasa volando mientras la alegría del examen aprobado se disipa ante la proximidad de uno nuevo, tan exigente como el anterior. Cuando junto mis cosas para irme recuerdo que es viernes y que ya no tengo ganas de aceptar la invitación de Morelia. Mi costumbre de alejarme de las personas que pueden llegar a ser importantes para mí en algún momento. Salgo al pasillo pero Morelia me alcanza enseguida. —Oye. No te habrás olvidado de nuestros planes, ¿verdad? Estoy a punto de inventarme una enfermedad pero no se me ocurre ninguna creíble, una infección vaginal, imposible, estoy inmunizada a cualquier porquería con ese baño compartido con la vieja de al lado y el ...