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Los apuntes
Fecha: 24/11/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Esquiva, Fuente: CuentoRelatos
Cuando la profesora de Historia de la Filosofía entregó los apuntes que debían ser fotocopiados, Morelia se los apropió, como siempre hacía. Seguramente se los llevaría a su casa, los leería y estudiaría toda la noche y solo al día siguiente los entregaría a la fotocopiadora de la universidad. Esa tacañería de Morelia me molestó terriblemente, me pareció despreciable esa forma de ahorrarse el costo de las fotocopias. Salí de la universidad con una mezcla de indignación, de rabia, de tristeza. Esa noche, en el silencio de mi cuartucho, como siempre que estaba deprimida, me puse a inventariar todo lo que había de malo en mi soledad. Vivo en este sucucho donde tengo que compartir el baño que está al final del pasillo. A las diez de la noche ya no es un baño, es una cloaca. Extraño mi pueblo y mi casa, pero ya no puedo volver a la cotidianidad de mi madre afanada en cocinar para mi abuelo y para mis hermanos. Soy negra, pero eso no es lo peor; soy lesbiana. Me gustan las mujeres, pero en esta ciudad estoy más sola que nunca. Faltan dos días para que me paguen mis magros haberes en la pizzería donde hago limpieza en las mañanas y a veces en las tardes. En la lata que hace de mi despensa solamente queda un paquete de galletitas saladas, medio frasco de azúcar, un poco de arroz y dos sobrecitos de café. Tengo que preparar un examen para el viernes. Mi ropa está sucia. Debo lavarla y ponerla a secarse en la ventana. Hace calor y no hay luz y el apagón se mantendrá hasta el ...
... amanecer. Finalmente decido bañarme, lavar mi ropa y acostarme mojada mientras mi cuerpo abandonado y deprimido sueña con idilios imposibles. Hoy tampoco voy a cenar. Al día siguiente en la universidad me avisan que debo pasar por la bedelía. Me entregan una carpeta que ni siquiera me di cuenta de que había perdido. Tiene una notita escrita en un sobre celeste: “Tienes que ser más cuidadosa. Hay distracciones que se pagan caro”. No tiene firma pero por las barbas de San Pedro que reconozco la letra de esa odiosa y estúpida muchachita. Me prometo que no le daré las gracias y que la ignoraré de la manera más ostentosa que me sea posible. Esa idiota. Voy a una clase de Historia del Arte y después a estudiar a la biblioteca. Son casi las nueve de la noche cuando acomodo mis papeles, voy a tirar esa maldita nota al cesto de basura y entonces hay otra sorpresa: en la segunda página de la carpeta, pegado con cinta adhesiva, hay un billete de quinientos pesos. Lo contemplo con codicia, no puedo evitarlo, es la cantidad que gasto para comer durante una semana. Esto es demasiado, me digo. Ni siquiera intento buscar a Morelia. A esa hora las aulas están vacías. Vuelvo a mi cuartucho, a mi soledad. Estudio a la luz de un velador de pilas casi hasta la madrugada. Me despiertan los gritos de la vieja del cuarto de al lado que pelea con su marido borracho a las siete de la mañana. Salgo de la pizzería con mi sueldo en el bolsillo. Pago el alquiler del cuartucho, me tomo una coca ...