1. La esencia del deseo 5: consolando a mi prima


    Fecha: 25/11/2025, Categorías: Incesto Autor: sangreprohibida, Fuente: TodoRelatos

    ... —dije.
    
    Entonces le di la espalda, llevé la mano a mi entrepierna, y me acomodé la verga, de manera tal que la erección no se me notara tanto.
    
    Luego me senté en el borde de la cama, listo para meterme en el baño ante la primera señal de excitación de Ailén.
    
    —Eso lo hizo la princesita, me imagino.
    
    —Prefiero no responder. Mejor decime para qué viniste —dije. Y luego, dándome cuenta de que había sido algo brusco, agregué—. O sea… obvio que podés venir cuando quieras. Pero por algo viniste ahora, ¿no?
    
    —Como te dije, renuncié. Y también me peleé con mi novio. En realidad, primero corté con él, y después renuncié.
    
    —Al final no me habías dicho quién era tu novio. Pero ahora entiendo que era alguien de tu trabajo.
    
    —Exacto, Sherlock.
    
    —¿Tu supervisor?
    
    —El dueño —respondió ella—. Podría haber aguantado más. Esperar a que me hiciera un regalo caro, o al menos un viaje a Europa.
    
    —Pero vos no sos así.
    
    —No, no soy así. Soy una boluda.
    
    —No sos una boluda. Y ya sabés que no me gustaba cómo te trataba ese tipo. ¿Fue por eso?
    
    —Sí, bueno… Me presentó a un amigo suyo. Uno que no conocía. Y me insinuó hacer un trío. Después me dijo que era una broma. Que solo me estaba probando.
    
    —Qué idiota —dije.
    
    Se puso a llorar. Primero bajó la mirada, como queriendo aguantarse las lágrimas, pero después fue imposible. Se le desbordaron. Esas lágrimas gruesas, pesadas, le caían por las mejillas sin freno. Me partía el alma verla así. Ailén, con toda esa pinta de ...
    ... mina fuerte, de morocha explosiva que se come el mundo, ahora parecía una nena rota.
    
    No podía verla así. Me daban ganas de agarrar a ese pelotudo del exnovio y meterle la cabeza en un balde con cemento. Pero en vez de decir nada, estiré la mano, despacio, con miedo de que no me la tomara. Pero la tomó. La agarró fuerte, como si fuera un salvavidas. Entonces la atraje hacia mí. Al principio dudó, como si no supiera si quería contacto, pero en un segundo ya estaba contra mí. Me abrazó. Y cuando digo que me abrazó, no fue un abracito medio tibio, fue uno de esos abrazos que te exprimen el alma.
    
    Me abrazó con tanta fuerza que me empujó sin querer. Perdí el equilibrio, y terminé tumbado sobre la cama, con ella encima. Fue tan rápido que ni lo registré. Quedamos así, los dos acostados, ella con la cara pegada a mi cuello, mojándome con sus lágrimas. Y nuestras bocas... ahí, a milímetros. Su respiración me daba directo en la boca. Podía oler su perfume, ese aroma a mujer de verdad, mezclado con la sal de sus lágrimas y un poco del champú que usaba siempre.
    
    Me quedé quieto, sin saber qué hacer. El corazón me latía a lo bestia.
    
    —Ailu… Tengo que decirte algo —le dije—. Algo muy raro. Pero muy importante.
    
    Entonces ella me besó. Sus labios carnosos se sentían suaves sobre los míos. Encima su pelvis se frotaba con mi erección, y las tetas se apretaban en mi pecho. Y, para colmo, con tanto movimiento, mis manos se habían deslizado a su trasero.
    
    Comprendí que podía cogérmela ...
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