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La esencia del deseo 5: consolando a mi prima
Fecha: 25/11/2025, Categorías: Incesto Autor: sangreprohibida, Fuente: TodoRelatos
... perfume. Entonces retrocedí un poco el rostro, y, nuevamente, quedamos a unos centímetros, mirándonos a los ojos. Me quedé ahí un rato, esperando a que no aguantara más y me besara. Si ahora que sabía lo del perfume aún así me besaba, eso significaría que ya no cabían dudas al respecto. Aunque la verdad es que igual ya no me quedaban muchas dudas. Pasaron unos segundos, pero no me besó. Se quedó ahí, a nada de mi cara, mirándome con esos ojos azules que parecían que me leían el alma. Entonces, bajó la mirada apenas. Fue un gesto mínimo, como si algo se encendiera dentro suyo. Y sin decir una sola palabra, llevó la mano a mi entrepierna. Sentí sus dedos con esa mezcla de firmeza y suavidad que solo puede tener una mina que sabe lo que está haciendo. Me apretó la verga a través del pantalón, y me la dejó bien marcada. Fue como si me explotara una corriente eléctrica desde la base del cuerpo hasta la nuca. Me recorrió entero. El calor de su palma atravesaba la tela como si no hubiera nada en el medio. Y el roce no fue rápido ni torpe. Fue deliberado, lento, bien seguro. Toda la sangre me golpeó en la cabeza, el pecho y, obviamente, ahí abajo, donde su mano se aferraba con una presión que me dejaba sin aliento. Me quedé mirándola, quieto, sin poder reaccionar. —Vos también estás caliente, y no estoy usando ningún perfume mágico —rio ella—. Ah, claro, pero no estás caliente por mí, ¿no? —Obvio que estoy caliente con vos —le dije—. Siempre lo estoy… Ailu, ...
... no quiero aprovecharme de vos. ¿Sabés para qué quería ir al baño? Para lavarme el cuello. Para sacarme todo lo que podía el aroma. —Estás loco —dijo, masajeando mi verga—. Pero es un gesto lindo de tu parte. —Voy a hacerlo. Voy a entrar al baño y me voy a lavar con jabón en el cuello. Y cuando vuelva, vas a ver. —Robi… De verdad creés en eso, ¿no? Bueno, hacelo, así te quedás tranquilo. Entré al baño. Me quité la remera. Me di cuenta de que también tenía algo de olor a Yùxiāng, así que decidí cambiármela. También me di cuenta de que la pija seguía dura. No entendía por qué no se me bajaba. Abrí la llave de agua. Agarré el jabón, y empecé a frotarme las manos con él, debajo del chorro de agua. De pronto la puerta se abrió. —No puedo creer que de verdad estés haciendo esto —dijo Ailén—. No me estoy burlando de vos. De verdad te digo. Es tan raro… pero también divertido. —Esperame en el cuarto —dije—. Acá va a quedar olor. Ella cerró la puerta. Me lavé varias veces. Incluso me rasguñé un poco, dejándome marcas rojas. Recién ahí me sequé. Salí del baño. Ailén me esperaba, expectante. Agarré una remera limpia del placard y me la puse. —¿Y…? —preguntó. —Y… no sé. ¿Ahora cómo te sentís? Me acerqué a ella, la agarré de la cintura, y la atraje hacia mí. Intenté besarle la boca, pero ella lo esquivó, riendo. —Ahora te debe parecer ridículo besarme, ¿no? —le dije, aliviado de no haber llegado más lejos con ella. Me la quería coger, obvio, pero no ...