1. La esencia del deseo 5: consolando a mi prima


    Fecha: 25/11/2025, Categorías: Incesto Autor: sangreprohibida, Fuente: TodoRelatos

    ... así.
    
    —Sí… Pero, en realidad, lo que me parece ridículo es la situación en sí.
    
    —Entonces… ¿seguís sintiéndote con ganas de…? —pregunté, sin terminar la frase.
    
    —Tendríamos que probar.
    
    Sus sensuales y gruesos labios se acercaron lentamente, como si quisieran saborear el aire entre los dos antes de encontrarse con los míos. Se movían con una suavidad hipnótica, marcando cada milímetro del recorrido. Yo no podía dejar de mirarlos. Tenían ese color rojizo natural, sin maquillaje, pero igual parecían dibujados a mano. Carnosos, brillantes, húmedos.
    
    Ailén entrecerró los ojos. Ese gesto chiquito, casi imperceptible, fue como una señal. Sentí cómo su aliento se mezclaba con el mío justo antes del contacto. Y cuando por fin sus labios tocaron los míos, fue como si el tiempo se detuviera.
    
    Las lenguas se encontraron enseguida. No fue un beso tímido. Fue un beso con hambre, con historia, con todo lo que veníamos reprimiendo. Y a partir de ese momento, las manos... las manos se volvieron locas.
    
    Era como si tuviéramos veinte manos cada uno. Tocábamos todo, al mismo tiempo, sin saber bien por dónde empezar ni por dónde terminar. Las mías bajaban por su espalda, se colaban por debajo del short, se aferraban a su cintura, subían a sus hombros. Las de ella me agarraban del cuello, del pelo, me apretaban el pecho, se deslizaban por mi espalda como si buscaran dejar un mapa. Todo era calor. Todo era roce. Todo era piel.
    
    —Se siente rico —dijo, apretándose a mi cuerpo, ...
    ... sintiendo mi erección.
    
    —¿Querés hacer algo más? —le pregunté, nervioso.
    
    Por toda respuesta, ella se apartó de mí. Se quitó la remera. Mis ojos se abrieron como platos cuando vi sus tetas desnudas. Era la primera vez que lo hacía. Sabía que eran enormes, pero verlas así era otra cosa. Eran intimidantes. No eran perfectamente redondas, como las tetas operadas de las minas que salen en televisión. No, en ella era todo natural, perfecto. Me sorprendió ver lo oscuros que eran los pezones.
    
    Cuando levanté un poco la mirada, me encontré con su sonrisa hermosa, con esos agujeritos en sus mejillas y esos ojos penetrantes. Parecía divertida por cómo quedé embobado viendo esas gomas que tenía, pero no burlona, sino más bien complacida.
    
    De pronto, una alegría inmensa se apoderó de mí. ¡Ella quería que me la cogiera! Y el perfume no tenía nada que ver con eso.
    
    Me quité la remera de un tirón, casi sin pensarlo, como si me pesara, como si me estorbara entre nosotros. Ella no esperó ni un segundo. Se abrazó a mí, como si hubiese estado esperando ese contacto toda la vida.
    
    Sus tetas, desnudas, tibias, llenas, se aplastaron contra mi pecho sin ninguna barrera. El contacto fue tan directo, tan brutalmente íntimo, que me sacudió todo el cuerpo. Sentí un estremecimiento que me bajó por la espalda y me hizo temblar las piernas. Me costó seguir respirando con normalidad.
    
    Nos besamos, otra vez. Pero no fue un beso como los de antes. Este tenía una desesperación nueva, más cruda, más ...
«12...456...9»