1. Me vestí de mujer, creí que estaba solo hasta que...


    Fecha: 26/11/2025, Categorías: Transexuales Autor: leernsecreto, Fuente: CuentoRelatos

    El jueves llegó con la promesa que me hice la semana pasada. Todo estaba listo: en mi mochila llevaba un vestido corto negro, con vuelo ligero; una peluca rubia, maquillaje básico y un labial rojo intenso. También un conjunto de lencería de encaje negro, delicado y provocador.
    
    Salí temprano, el corazón acelerado entre nervios y emoción. La playa, casi vacía, me recibió con brisa y silencio. Pagué al guardia con una sonrisa y caminé por la orilla, por casi una hora, hasta encontrar un rincón oculto: un viejo estacionamiento abandonado, cubierto de maleza, custodiado por un edificio en ruinas.
    
    Era el lugar perfecto. Esta vez no imaginaría. Esta vez, me convertiría en quien realmente soy.
    
    Me senté a la sombra de una pared derruida y abrí la primera cerveza. El frío alivió mis nervios, y el alcohol fue soltando mis miedos, haciéndome sentir valiente, capaz de todo.
    
    Con manos temblorosas, después de la quinta cerveza, por fin, me desnudé y comencé la transformación: primero la lencería, suave como una segunda piel; luego el vestido corto, que caía con elegancia sobre mis curvas recién descubiertas. La peluca rubia larga, el maquillaje, el labial rojo… Cada gesto me acercaba más a quien soy de verdad.
    
    Me miré en un pequeño espejo y sonreí. Me reconocí.
    
    Caminé por el estacionamiento abandonado, el vestido corto, con vuelo, de una sola pieza, rojo, ocho dedos arriba de la rodilla, danzando con el viento, ligera, libre.
    
    Pero un sonido me detuvo. Me giré.
    
    Un ...
    ... guardia me miraba, sorprendido, con una linterna en la mano.
    
    Por un momento, el pánico se apoderó de mí. ¿Qué haría? ¿Qué diría? Pero entonces, algo inesperado sucedió. El guardia no gritó, no me regañó. En cambio, me miró con una curiosidad que rayaba en la complicidad. Sus ojos recorrieron mi figura, deteniéndose en las piernas desnudas que asomaban bajo el vestido, y luego en mis labios pintados de rojo. No dijo nada, pero su mirada lo decía todo.
    
    —No te preocupes —dijo finalmente, con una voz ronca pero amable—. No voy a molestarte. Solo estoy haciendo mi ronda.
    
    Sus palabras me tranquilizaron, pero también despertaron algo en mí. Había algo en su mirada, en la forma en que me observaba, que me hizo sentir deseado. Me acerqué a él, sintiendo cómo el vestido se movía con cada paso, cómo el viento jugaba con la peluca. El guardia no se movió, pero su respiración se aceleró ligeramente.
    
    —Gracias —susurré, con una voz que no reconocí como mía—. Es la primera vez que hago esto.
    
    Él asintió, como si entendiera. Luego, con un gesto casi imperceptible, me guiñó un ojo.
    
    —Sigue adelante —dijo—. Pero ten cuidado. No todos son tan comprensivos como yo.
    
    Sus palabras me dieron valor. Caminé más allá del estacionamiento, con el deseo y la adrenalina ardiendo en mi pecho. El sol caía, tiñendo el cielo de dorado, mientras me dejaba caer sobre la arena, libre, hermosa, yo misma.
    
    Abrí una botella de vino tinto, que guardé para el final, y sonreí al primer sorbo: sabía a ...
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