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El despertar de mi hermana
Fecha: 06/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Sexo en Grupo Voyerismo Autor: Edul, Fuente: SexoSinTabues30
... Oriana. Ella también era hermosa, lo sabía. Su piel era suave, clara, con un rubor natural. Tenía una belleza más delicada, más serena. Su cuerpo era más compacto, casi simétrico, de formas suaves, con caderas discretas y una cintura marcada que resaltaba sin exagerar. Con unos pechos chicos pero lindos, al que todavía le faltaba desarrollar. Sus ojos claros parecían esconder secretos, y sus labios, más llenos, le daban una sensualidad tranquila. Había algo en Bianca que no era tan obvio como en Oriana. Su atractivo era más sutil, más íntimo, más de descubrimiento lento. Pero cuando alguien lo notaba… lo notaba de verdad. Y ahí estaba el otro tema que le dolía un poco: sentirse a veces como la sombra de su propia hermana. No lo decía, no lo mostraba, pero Bianca cargaba con esa inseguridad disfrazada de indiferencia. Ambas eran bajitas, sí, y eso no le molestaba. En realidad, lo compartían como un chiste privado. Pero esa diferencia mínima —esos tres centímetros que le llevaba Oriana— a veces le parecían más grandes de lo que eran. Como si simbolizaran algo más. Una distancia en la atención, en el deseo ajeno, en cómo el mundo las leía. Y sin embargo, la adoraba. No podía evitarlo. Pero si había algo que de verdad le costaba bancarse, era la manera en que Oriana usaba la casa como si fuera su propio motel personal. Desde que sus padres se habían ido, su hermana parecía haberse sacado un freno de encima. Hombres. Siempre había hombres. Algunos conocidos, otros no ...
... tanto. A veces los veía llegar de noche. Otras veces se cruzaba con ellos en la cocina, en calzoncillos, tomando agua como si estuvieran en su casa. Bianca no les decía nada. Apenas los saludaba con un gesto seco y se encerraba en su habitación, con los auriculares puestos y la mandíbula apretada. Era una mezcla de cosas. Celos, incomodidad, algo más difícil de nombrar. Oriana era libre, sí, joven, hermosa, soltera. Tenía derecho. Bianca lo sabía, y jamás le había dicho ni una palabra al respecto. Pero había noches en las que la pared no era lo suficientemente gruesa. Y aunque se ponía la almohada encima o subía el volumen del celular, podía escuchar los gemidos apagados, el golpeteo del respaldo de la cama, la risa descontrolada después de algún polvo salvaje. Todo eso la enloquecía. No era moralismo. No era pudor. Era otra cosa. Era sentirse desplazada dentro de su propio espacio. Era sentirse ajena, como si la casa que compartían ya no le perteneciera. Como si se hubiese convertido en un escenario privado de la sexualidad de su hermana, una espectadora involuntaria. Bianca no estaba en contra del sexo. De hecho, lo pensaba más de lo que admitía. Pero nunca había tenido esa soltura. Esa libertad con el cuerpo, con los deseos, con los hombres. Y ver cómo Oriana se dejaba llevar por eso una y otra vez… la tocaba en un lugar difícil de explicar. No era solo incomodidad. Era molestia, sí, pero también intriga. Curiosidad. Algo que empezaba a crecer en ella como un fuego ...