La sumisión de Claudia, Cap. 2 - Relatos Eróticos

La sumisión de Claudia, Cap. 2

CAPÍTULO DOS

Sam no la encadenó para la cena. Por mucho que disfrutara dando de comer a Red con la mano, le gustaba igualmente verla comer sola. Parecía que realmente le gustaba lo que le preparaba, lo que le resultaba gratificante, pero también podría deberse a que, dejada a su suerte, se limitaría a prepararse una comida congelada. Tal vez ella no fuera muy buena cocinera.

Le gustaba mantenerla desnuda, pero a menudo se quejaba de que mantenía el aire acondicionado demasiado bajo para que ella se sintiera completamente incómoda de esa manera. Habían llegado a un compromiso. Le había comprado una bata de baño de felpa blanca y esponjosa para usar cuando no la atara o encadenara. Era una talla más o menos grande para ella. Cuando se ponía de pie, le caía casi hasta los tobillos, y nunca podía atarla con la suficiente seguridad como para evitar que él viera tentadores atisbos de un pecho o un muslo cada vez que se movía. A veces, eso era mucho más excitante que la desnudez completa.

En aquel momento él no estaba comiendo. Había descubierto que su hambre de mirar a aquella mujer era mayor que su hambre de comida. Por el momento, estaba demasiado ocupada comiendo para darse cuenta, avivando su espléndido cuerpo. Realmente le recordaba a un purasangre, pensó: vivaz, fuerte y vital.

Claudia notó que la miraba fijamente y se detuvo manteniendo un bocado de aquel delicioso y picante cerdo a medio camino de sus labios. Tenía una expresión extraña en los ojos. Era en parte ...

... esa familiar mirada hambrienta suya, y en parte... algo más.

"¿Qué?" preguntó. Miró hacia abajo rápidamente para ver si había dejado caer algo de comida en su túnica blanca como la nieve.

"Nada," se encogió de hombros. "Simplemente me gusta mirarte".

"¿Mientras estoy comiendo?"

“Mientras comes, mientras duermes… en cualquier momento.” Claudia sintió que se sonrojaba y vio que su sonrisa se ensanchaba.

"Eso no está bien," le riñó con una sonrisa propia. "Ahora no podré comer nada de esta comida contigo mirándome." Se llevó el tenedor a la boca. No sabía qué había usado para preparar el cerdo, pero tenía un regusto que hormigueaba.

"Claro que puedes," sonrió. “Eres una mujer fuerte. Y de todos modos, la comida es demasiado buena para dejar que se desperdicie.”

"¿De verdad?" A continuación, clavó el tenedor en una de las pequeñas patatas mantecosas y luego le miró fijamente mientras le daba un delicado mordisco. Podría comer con él mirándola después de todo, pensó, si le devolvía la mirada mientras lo hacía.

"Claro que sí," respondió él, devolviéndole la mirada mientras se llevaba su propio tenedor a la boca.

Se convirtió en un juego entre ellos, el comerse sus respectivas comidas mientras se miraban fijamente a los ojos. Se permitía el parpadeo. No se permitía seguir con la conversación. Claudia comenzó a jugar con su comida, lamiéndola, llevándosela lentamente a la boca y sacándola lentamente de nuevo. Sabía que le estaba provocando al hacerlo, pero ...