La sumisión de Claudia, Cap. 2 - Relatos Eróticos

La sumisión de Claudia, Cap. 2

... trataba de hacer que él se riera o mirara hacia otro lado antes de que él pudiera hacerla reír o mirar hacia otro lado.

Su plan no funcionó. No fue hasta que terminó la comida que se dio cuenta de que no era probable que él apartara la mirada mientras ella hacía todas esas cosas sexualmente sugerentes con su comida. Él se quedó con solo una patata pequeña en el plato, y trató de clavarla con el tenedor sin dejar de mirarla, con aquella mirada feroz y hambrienta. Pero falló. La patata resbaló del plato, rodó por la mesita y rebotó en el suelo. Cuando él ignoró todo eso y fingió comerse la patata de todos modos, sin cambiar de expresión, se quedó completamente descolocada.

"Vale... vale..." jadeó, levantando una mano. "¡Tú ganas!" Él se echó a reír. Eso la hizo estallar de nuevo. Se rio hasta que le dolieron los costados y las lágrimas le brotaron de los ojos. Lo siguiente que supo fue que él la estaba levantando en sus brazos. Le dio un beso rápido y forzado... él mismo todavía se estaba riendo... y la sacó de la cocina hacia el dormitorio.

"Mmmmm..." Claudia ronroneó algo después. "Ha sido muy agradable." Deslizó la pierna sobre la de él y apoyó la cabeza en su hombro. No siempre la ataba para tener sexo, cosa que a ella le gustaba a veces, pero nunca en su vida había hecho el amor mientras tanto ella como su pareja se convulsionaban de risa, a carcajadas y, en su caso, carcajadas incontenibles.

La rodeó con el brazo y la abrazó. "Red," suspiró felizmente, ...

... "Agradable no sé. Pero tienes que cuidar esas garras tuyas. A este ritmo nunca se me curará la espalda.”

No le quedó más remedio que reírse. Realmente no le había arañado mucho esta vez. Había sido demasiado rápido para agarrarle las muñecas y sujetarlas en cuanto sintió que las uñas empezaban a clavársele en la carne. En ese momento, eso les había provocado otro ataque de hilaridad.

Esa era la calma después de la tempestad. Cerró los ojos contenta ahora con solo sentir su cercanía, calidez y fuerza. "Lo siento," murmuró. "Supongo que a partir de ahora, si no me vas a atar de pie o tumbada no te quedará más remedio que dejarme estar encima."

Él gruñó sin comprometerse y la besó en la frente. “O podrías usar guantes,” sugirió.

"Caramba... no sé..." bromeó. "¿No sería eso un poco pervertido?"

"¿Guantes? Nah…” respondió adormilado. "Pero guantes de boxeo... ESO sí que sería pervertido."

Ambos se rieron, pero la parte salvaje ya había pasado y esto era solo una última borrasca rezagada.

"Sam..." dijo después de un momento "Tengo que preguntarte..."

"¿Qué?"

"Aquella vez... en el bungaló..." podía sentir que se sonrojaba al mencionar el tema, y ​​se alegró de que estuviera demasiado oscuro para que él lo viera. "¿Cómo... cómo supiste que yo... estaría de acuerdo con... todo eso?"

"Ah, Red..." se rió entre dientes y la atrajo hacia sí. “Mi primera pista fue cuando no saliste corriendo y gritando del lugar. Por supuesto, no te conocía tan bien entonces o mi ...