1. Aldana


    Fecha: 12/12/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Esquiva, Fuente: CuentoRelatos

    El día no se presentaba nada halagador. Se me había terminado el café, me quedaba dinero solamente para comer un par de semanas, no tenía trabajo y el examen del día siguiente era el presagio de una posible carnicería. Mi única tranquilidad era que había adelantado dos meses del alquiler del cuarto. Salí a la calle con una depresión que hacía mucho tiempo que no me daba. Llegué a la biblioteca pública y me senté a estudiar en el rincón más apartado.
    
    Lo de los existencialistas lo va a preguntar, seguro, había dicho Aixa con esa cara de pitonisa que suele poner cuando da uno de sus vaticinios, y aunque la mayoría de las chicas no le creyeron y algunas hasta se rieron de ella, yo sí la tome muy en cuenta. En ese momento recordé la menuda figura de Aixa, delgada, más baja que yo, el pelo cortito con apenas un mechoncito sobre la frente, los ojos moros tan enormes y sus labios carnosos. Aixa vestía siempre de pantalones y camisas arremangadas. Pantalones negros, azules o grises, casi nunca de jean, solo a veces.
    
    Y su paso rápido para alejarse de los grupos donde alguien encendiera un cigarrillo. Ese detalle era lo único que a veces nos acercaba. Seguí estudiando y comencé a hacer fichas sobre Heidegger y su obra, seguí con Jasper, después con Marcel, resolví dejar a Sartre para después, de él había leído algo más cuando mi profesora de Literatura me obligó a hacer una monografía para aprobarme en el último año de bachillerato.
    
    Esa monografía estaba bien hecha, pero ...
    ... siempre me acompañaría la duda de si la nota tan alta que obtuve se debió a eso o a la inesperada sesión de sexo que tuvimos una tarde de junio en su departamentito, cuando supe definitivamente que me gustaban las mujeres y únicamente las mujeres y emprendí al poco tiempo el viaje a la capital, con mis dudas y mis sueños.
    
    Mora, la profe, me enseñó que las lesbianas debíamos ser doblemente cautas en nuestras relaciones, que mi prioridad debía ser mi carrera, me dijo la última tarde que estuvimos juntas y yo sentí que en ese adiós se juntaba todo lo terrible y doloroso que tienen todas las rupturas pero lo entendí después, cuando aprendí a convivir en la jungla de la ciudad. Finalmente terminé con Sartre y salí a la calle, casi a las tres de la tarde. Decidí que recorrería la zona de los bares nuevos, no lejos del casco antiguo. Tal vez allí necesiten una camarera o una ayudante de cocina. Mi estómago, dócilmente habituado a las crisis cíclicas de mis bolsillos, no me hizo ningún reclamo.
    
    Caminé por calles transitadas, ruidosas, soleadas y tristes. Me vi más flaca en cada vidriera y en los cinco o seis locales en que me animé a entrar a preguntar me despidieron con mucha cortesía. Calculé que, si caminaba hasta el malecón unas ocho cuadras, podría tomar un solo transporte que me llevaría a casa. Apenas crucé la calle cuando vi un local recién inaugurado, no era muy grande en verdad, tendría unas quince mesas adentro.
    
    Una muchacha limpiaba la vidriera, un mozo atendía a una ...
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