1. Antonio el camionero y su hija Valeria (II)


    Fecha: 14/12/2025, Categorías: Incesto Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... de tranca que parece un chorizo de pueblo.
    
    Antonio le apretó las caderas, jadeando.
    
    —Porque tú me la pones como un ladrillo, jodía. Y sí, la espalda hecha mierda, pero la polla… la polla la tengo como salida de fábrica. Ni esa ni la próstata se me han jodido en la vida, vamos.
    
    Valeria soltó una risa sincera, de esas que nacen en el vientre, riéndose de su padre y con él, sacudiendo ligeramente la cabeza como diciendo "estás fatal". Pero a medida que volvía a moverse, sentada sobre él, la risa se le fue apagando poco a poco.
    
    Su expresión cambió, como si algo la atravesara por dentro. Sus cejas se fruncieron, la boca se entreabrió y los jadeos se hicieron más húmedos, más rotos. Apoyó una mano en uno de los hombros de Antonio, aferrándose con los dedos, y la otra en el respaldo del sofá, buscando equilibrio.
    
    Empezó a moverse despacio, con las piernas temblándole, sintiendo cada centímetro de aquella polla gruesa y caliente abriéndole camino por dentro. Los gemidos se mezclaban con pequeños sollozos, casi ahogados, como si el placer le arrancara el alma de a poquitos.
    
    Antonio, sudando como un cerdo y con los ojos entrecerrados, la miraba desde abajo con una sonrisa torcida de macho satisfecho, sin dejar de apretarle los muslos.
    
    Y así, entre quejidos, embestidas lentas y sudor compartido, la escena se convirtió en algo sucio, ardiente y casi tierno: un cuerpo joven y hambriento cabalgando sobre un viejo burro caliente, con barriga cervecera, la espalda ...
    ... fornida pero machacada por el trabajo y una mirada que todavía sabía desear como un chaval de veinte años.
    
    Valeria empezó a moverse más deprisa, probando la profundidad, con las manos sobre el pecho peludo de su padre, que jadeaba como un perro al sol.
    
    —Joder, niña… más despacio, que me cruje la espalda con cada bajada… —se quejaba, aunque sin apartar las manos de sus caderas—. Estás más apretada que las tuercas de mi camión.
    
    Valeria soltó una risa corta, húmeda de deseo. Le encantaba escucharlo jadear, sudar, gemir como un hombre ya maduro que se creía aún en sus mejores años. Le encantaba que no pudiera con ella, y aún así, no se resistiera. Porque él tenía algo que los otros no: esa polla enorme, esa brutalidad torpe, esa virilidad a prueba de bombas.
    
    Antonio se separó un poco de su respaldo, con un gemido de dolor pero también una chispa de malicia en sus ojos entrecerrados. Los dedos de su mano diestra, grandes y callosos, se aferraron a la carne del pecho derecho de su hija, apretándola con una fuerza repentina.
    
    Valeria contuvo el aliento, el placer y la sorpresa recorriéndola. Antes de que pudiera reaccionar del todo, su padre, con un gruñido gutural, se llevó el pezón endurecido a la boca, succionándolo con una avidez salvaje. Sus dientes, amarillentos y fuertes, lo mordieron con una ferocidad que la hizo jadear. No era una mordida delicada, sino una punzada de dolor mezclada con una descarga eléctrica de placer crudo. Apretó su pecho aún más fuerte, casi ...
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