1. Antonio el camionero y su hija Valeria (II)


    Fecha: 14/12/2025, Categorías: Incesto Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... emocional de los buenos, además.
    
    Antonio asintió, sin vergüenza.
    
    —¡Claro que sí! Si hace falta me pongo a llorar, ¿eh? Pero no me dejes así, hija… que me va a dar un cólico seminal. Mira, si me haces una mamadita rápida, os invito a ti y a la niña a comer cuando me recupere de la espalda. Donde vosotras queráis. Bueno… donde no sea muy caro.
    
    Valeria se mordió el labio, luchando por no reírse.
    
    —Eres lo peor.
    
    —Soy lo que hay, cariño. Y lo que hay… está empalmado. ¡Y no se baja solo!
    
    Ella rodó los ojos. Dio un paso hacia él, otro… y al final se arrodilló a sus pies con un suspiro exagerado.
    
    —Sólo porque me das pena, viejo verde.
    
    Antonio se dejó caer de espaldas, con los brazos abiertos sobre el respaldo del sofá como si le hubieran salvado la vida.
    
    —Eso es… Así se cuida a un hombre con dolencias y necesidades. ¡Y sin escatimar en saliva, ¿eh?! Que el roce me irrita.
    
    Valeria le lanzó una mirada afilada.
    
    —Tú relájate… que hoy la lengua la manejo yo. Y sé lo que me hago.
    
    Antonio, entre jadeos y carcajadas, cerró los ojos con una sonrisa de idiota satisfecho.
    
    —No hay mejor pomada que las babas de una mujer bonita…
    
    Valeria suspiró al verle atusarse la barba cana, con la sonrisa esa de chulo satisfecho que daban ganas de abofetearle… o de montarlo. Antonio estaba con las piernas abiertas, el calzoncillo bajado hasta los muslos y la polla ahí, descarada, gorda como un botellín y con las venas marcadas como un mapa de carreteras. Una ...
    ... bestialidad que desafiaba la lógica, el pudor y cualquier norma no escrita de decencia familiar.
    
    —Es que no tienes arreglo… —murmuró ella, observando ese tronco palpitante con una mezcla de resignación y deseo. Porque sí, era una burrada. Pero era su perdición.
    
    Antonio no contestó. Sólo se mordía el labio inferior, esa mirada entre golfilla y suplicante que únicamente le salía cuando estaba muy salido… o muy agradecido.
    
    Valeria acercó la mano, rozándole apenas con las yemas de los dedos, como si acariciara algo prohibido. Y lo era. Pero también empezaba a conocerlo mejor que nadie. Sabía cómo se hinchaba cuando le apretaba los huevos, cómo temblaba el capullo cuando lo tenía a punto… y sobre todo, sabía lo mucho que le gustaba que le hablaran mientras se la comían.
    
    —Mírate, serás cochino… —susurró—. La espalda hecha polvo pero la polla siempre lista para la guerra. Si fueras tan cumplidor con tus pastillas como con tus calentones… no tendrías lumbalgia, capullo.
    
    Antonio gruñó una risa ronca, con los párpados pesados de placer.
    
    —Las pastillas no me la ponen dura, nena. Al menos esas.
    
    Ella lo fulminó con la mirada, pero con una sonrisa torcida en los labios. Se inclinó y le lamió la base, lenta, recogiendo el sudor y esa mezcla de jabón barato con sexo contenido que tanto la alteraba. El bicho se agitó como un animal al que acaban de provocar.
    
    Antonio se removió en su asiento, soltando un suspiro tembloroso.
    
    —Joder… así sí que me curo, ¿eh? Esto es fisioterapia ...
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