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Relajos y pingas 4
Fecha: 19/12/2025, Categorías: Hetero Sexo con Maduras Voyerismo Autor: Pachito, Fuente: SexoSinTabues30
Capítulo 4: La tentación de la hija El sol de San Isidro caía como plomo líquido, haciendo que la piscina de la casona brillara como un espejo azul. Yo estaba en el garaje, fregando el carro del jefe con un trapo que ya olía a sudor y gasolina, pero mis ojos no estaban en el trabajo. La hija del jefe, una flaca de 18 con un cuerpo que parecía diseñado para volver locos a todos, estaba en la piscina, pavoneándose en un bikini rojo que apenas le tapaba nada. Sus tetas, pequeñas pero firmes, se movían con cada paso, y su culito redondo parecía desafiar la gravedad mientras se paseaba por el borde de la piscina. Cada fin de semana era lo mismo: ella armaba fiestas con sus amigas, un desfile de chicas en bikinis diminutos, riendo, salpicándose agua y tomando chelas bajo el sol limeño. Hoy no era diferente. Había unas cinco o seis flacas, todas blanquitas como ella, con cuerpos que parecían sacados de una revista. Una tenía un bikini negro que dejaba poco a la imaginación, con las tetas casi saltando cada vez que se tiraba al agua. Otra, una pelirroja, estaba echada en una tumbona, con el culo al aire y las piernas abiertas como si quisiera que todos la vieran. La música, una mezcla de reggaetón y pop gringo, retumbaba desde unos parlantes, y el aire olía a cloro, crema solar y ese calor pegajoso que te hace sudar hasta los pensamientos. La hija del jefe se reía, tirándose al agua con un salto que hizo que su bikini se le subiera un poco, dejando ver más de lo que ya ...
... mostraba. Yo seguía fregando el carro, pero mi pinga ya estaba dura, apretando contra el short como si quisiera salirse. Cada vez que la hija salía de la piscina, con el agua chorreándole por las tetas y el culo, sentía un calor que no tenía nada que ver con el sol. Las otras chicas no se quedaban atrás: una se estaba untando bronceador, masajeándose las piernas y las tetas con una lentitud que parecía una provocación. Otra se había quitado la parte de arriba del bikini, diciendo que no quería “marcas de sol”, y sus pezones rosados brillaban bajo la luz. Yo intentaba concentrarme en el trapo, en el carro, en cualquier cosa, pero era imposible. Esas flacas eran un imán, y yo, un pobre huevón de 15 años, no tenía defensa contra ellas. La hija del jefe se acercó al borde de la piscina, donde una de sus amigas, una morena con un bikini blanco que se transparentaba con el agua, le pasó una chela. Se rieron, sus voces agudas cortando el aire, y entonces la hija se inclinó para susurrarle algo al oído. La morena soltó una carcajada y le dio un empujón juguetón, haciendo que las tetas de ambas temblaran. Yo tragué saliva, sintiendo cómo mi pinga palpitaba, y me agaché detrás del carro, como si eso fuera a esconderme de mis propios pensamientos. Las chicas seguían en lo suyo, tirándose al agua, bailando al ritmo del reggaetón, sus culos y tetas moviéndose como si supieran que estaban siendo el centro del universo. El ruido de la fiesta se mezclaba con el zumbido de San Isidro: un ...